BCE y Fed, tipos de interés a dos velocidades

La Reserva Federal de Estados Unidos ha comenzado a normalizar la política monetaria mientras el BCE sigue adelante con la expansión

Madrid Actualizado: Guardar
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La crisis que comenzó en 2007 con las hipotecas «subprime» en Estados Unidos desencadenó una tormenta financiera de una magnitud inimaginable tras años de bonanza económica prácticamente ininterrumpida. Y la respuesta de las autoridades financieras fue igualmente excepcional. Aunque con diferencias de calendario, los bancos centrales de todo el mundo pusieron en marcha los mayores estímulos monetarios de la historia reciente. Ahora, tras varios años de funcionamiento, detractores y defensores a partes iguales, comienzan a aflorar los efectos colaterales de estas políticas monetarias hiperlaxas y la estrategia de salida hacia la normalización de los tipos de interés centra ahora el trabajo de buena parte de los economistas.

Al riesgo de generar una nueva burbuja por la abundancia del dinero gratis acumulado durante años, se le han unido los tipos de interés negativos en buena parte de los bonos soberanos y el consiguiente desconcierto de los inversores, que no entienden que ahora haya que pagar por el «privilegio» de prestar a un determinado agente.

Además, los tipos de interés tan bajos han puesto en una situación muy compleja a la banca europea que, tras hacer un fuerte ejercicio de saneamiento, se enfrenta a un nuevo envite a cuenta de una política monetaria que le hace prácticamente imposible obtener rentabilidad de su negocio.

La Reserva Federal, que fue la primera en actuar, cesó su programa de compras de deuda en octubre de 2014. Y también ha sido la última en mover ficha. Tras doce meses de especulación desde la anterior subida de tipos de la Reserva Federal, también en diciembre, el banco central comandado por Janet Yellen elevó a mediados de diciembre un cuarto de punto los tipos de interés hasta una horquilla que baila entre el 0,5% y el 0,75%. Los efectos de la decisión serán variados y afectarán desde al precio del carburante a la rentabilidad de las inversiones norteamericanas e incluso a la estabilidad de los países emergentes.

Y es que en cuanto Estados Unidos anunció que iba a comenzar a regularizar su política monetaria, el tipo de cambio del dólar se vio impulsado al alza, con las consecuentes presiones bajistas para las restantes monedas, en especial, para las divisas de las economías emergentes. Estos países, con deudas muy importantes en dólares, se vieron fuertemente afectadas, lo que fue la puntilla a una situación propia ya de por sí compleja. Esto originó, a su vez, un efecto salida de capitales de esos países y una desviación de la inversión hacia mercados considerados más seguros.

El resto del mundo aún no ha comenzado a normalizar su situación monetaria y los programas del Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón siguen inyectando en la actualidad unos 200.000 millones de dólares mensuales de liquidez al sistema.

El presidente del BCE ha reiterado su compromiso de «cumplir su obligación» y ampliar su programa de compra de activos hasta la mitad del 2017. «El BCE tiene su intención de llevar a cabo compras de activos hasta el final de marzo de 2017 o más allá, si es necesario, y en cualquier caso hasta que el consejo de gobierno observe un ajuste sostenido del ritmo de la inflación hacia niveles por debajo, pero cercanos, al medio plazo», señaló Draghi en su discurso preparado ante el Comité Monetario y Financiero del FMI.

Una vez más, esta medida generará colectivos a beneficiados y perjudicados. En el lado de los agraciados, las familias, que seguirán aligerando la factura de sus deudas, lo que eleva la renta disponible que puede destinar al gasto y al ahorro. En el bando de los perjudicados, la banca, que afronta uno de los momentos más complejos pues le resulta imposible generar negocio en un entorno de tipos al 0%.

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