Philippe Ithurbide, Iván Martín, Robert Hackney y Javier Ruiz
Philippe Ithurbide, Iván Martín, Robert Hackney y Javier Ruiz - XLSEMANAL

Los ahorros del mundo están en sus manos

Hablamos con los responsables de cuatro fondos de inversión, que solo en España gestionan 220.000 millones de euros

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Bienvenidos a Charcolandia, versión 2016. El año en el que la economía mundial vuelve a vivir peligrosamente, dando saltos de charco en charco: China, petróleo, Bolsas, bancos... Sin contar los 'cisnes negros', esos socavones insospechados. ¿Solo serán sustos pasajeros o se está cociendo una nueva recesión mundial, como pronostican los más agoreros?

Nadie tiene una bola de cristal, pero si alguien está obligado a conocer los mercados para verlas venir son los gestores de los fondos de inversión. Estas sociedades canalizan el ahorro de millones de familias y miles de instituciones (grandes empresas, bancos, aseguradoras...) y lo invierten en bonos de renta fija, títulos de renta variable (Bolsa), divisas, oro y lo que surja... Cobran comisiones (que suelen ser elevadas) por sus servicios.

Junto con los fondos de pensiones son las grandes 'huchas' colectivas, aunque a diferencia de estos, en los que la inversión del cliente se recupera después de su jubilación, en aquellos lo invertido se puede vender en cualquier momento. El patrimonio mundial de los fondos de inversión era de 22 billones de euros en 2013 y el de los fondos de pensiones de 18 billones, lo que sumado equivale al 75% del PIB mundial. Su acción conjunta puede influir en los mercados, tanto para provocar una estampida como para sosegarlos. E incluso pueden acorralar a un país. Que le pregunten a Grecia, zarandeada por los fondos alemanes que habían invertido en su deuda soberana.

La visión de estos gestores es interesante por varias razones. La primera es su tamaño imponente. Por ejemplo Amundi, el líder europeo, dispone de unos activos (en el mundo) que rozan el billón de euros, casi el PIB de España. La segunda razón es que, pase lo que pase, estos fondos deben ingeniárselas para ganar dinero (o para no perderlo) no solo en los tiempos de bonanza, también en los de 'vacas flacas'. Han acumulado rentabilidades positivas medias globales del 4,44 por ciento en 2015, aunque en lo que va de año casi todos pierden algo. Pero, en general, el corto plazo no les suele preocupar tanto como el largo aliento. De hecho, entre 1985 y 2015, con todo lo que ha caído, el retorno anualizado para una cartera tradicional (bonos y renta variable estadounidenses, «fifty fifty») roza el 8%.

La tercera es que son los únicos que conservan la calma (o por lo menos lo aparentan) cuando todos se tiran de los pelos. Los fondos de inversión suelen ser conservadores, a diferencia de los «hedge funds» -los de alto riesgo- o de los fondos buitre, que van a la caza de despojos.

En España se comercializan 2.255 fondos de unas 80 gestoras. Algunos son fondos 'de autor', con portafolios muy seleccionados de unas pocas decenas de valores, y otros son transatlánticos que invierten en cientos o miles de compañías, además de picotear en bonos, moneda, materias primas y otros productos en cualquier mercado del mundo. La oferta de fondos es variadísima: por clase de activos (renta variable, renta fija, mixtos), por zona geográfica, estilo de inversión... En cualquier caso, un fondo permite a un ahorrador no poner todos los huevos en la misma cesta, es decir, una cartera permite diversificar entre varios valores y minimizar así los riesgos.

Quizá la razón más poderosa para escucharles es que tienen la obligación de ser ecuánimes. Deben navegar aguas procelosas e interpretar las señales del cielo, los nubarrones en el horizonte o los cielos anaranjados. Sería una idiotez engañarse a sí mismos porque, si el fondo pierde, se va al garete... Intentan adivinar lo que hay, por la cuenta que les trae, aunque pueden equivocarse. Y se adaptan a lo que toque. ¿Y qué es lo que toca? Todos parecen estar de acuerdo en que ahora toca volatilidad e incertidumbre... Febrero siguió como enero en un año que empezó de pena. De hecho, es el peor inicio que se recuerda desde la debacle de 2008. Y dicen los expertos que los años que empiezan mal acaban mal. Esta máxima se ha cumplido en 78 de los últimos 86 años.

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