El académico durante la entrevista en su despacho de París
El académico durante la entrevista en su despacho de París - j. p. quiñonero
Profesor de la École de Économie de París y autor de «El capital en el siglo XXI»

Piketty: «España ha pagado un precio muy alto por el egoísmo de Alemania y Francia»

«Hay que mutualizar las deudas de los Estados europeos y fijar un Impuesto de Sociedades común», dice el autor de «El capital en el siglo XXI», el libro económico del momento

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Thomas Piketty se hizo célebre tras la publicación de su ensayo «El capital en el siglo XXI», recién traducido al castellano y editado en Fondo de Cultura Económica. Quizá por vez primera, el libro de un economista francés solo se convirtió en un «best seller» mundial. Sus ideas sobre la formación del capital y la distribución de la riqueza provocaron un inconcluso debate en Europa y los EE.UU. A su modo de ver, Europa y los Estados europeos solo evitarán crisis más graves si se refunda o modifica el proyecto histórico de la construcción política de Europa.

-Su libro lo ha convertido en una celebridad mundial, pero tengo la impresión que ni la izquierda ni la derecha escuchan sus consejos.

-No. No me escuchan, no. Tampoco me quejo. Yo no escribo para los políticos. Escribo para alimentar el debate público. Creo en las ideas. Y, en ese terreno, estoy contento. Mi libro ha tenido mucho éxito en los EE. UU., se publica en Alemania y España por estos días.

-El éxito internacional es un hecho. Pero algunas de sus ideas centrales, como es establecer un impuesto al gran capital y las transacciones financieras, tampoco consiguen imponerse ni en Estados Unidos ni en Europa.

-Lo que a mí me interesa, de entrada, es influir en el terreno de las ideas: transformar las opiniones dominantes. El debate abierto por mi libro en muchos países me parece estimulante. Influir o no influir en los partidos o los gobiernos es una influencia a corto plazo, no siempre muy profunda. La influencia de las ideas es una influencia a velocidad más lenta. Me gustaría influir en el terreno de las ideas.

-Usted formaba parte de un grupo de economistas que firmó un documento pidiendo el voto para François Hollande, en las elecciones presidenciales de 2012.

-No me hable.

-¿Por qué? ¿Cual es su balance de las sucesivas políticas económicas del gobierno socialista francés?

-Un balance catastrófico.

-¿Muy catastrófico?

-Temo que sí. Estoy aterrado por el grado de improvisación de Hollande, su Gobierno y sus primeros ministros. El Partido Socialista pasó diez años en la oposición. Tuvieron mucho tiempo para reflexionar. Hay mucho que decir de la improvisación y el bricolaje permanente en cuestiones de política económica, fiscal y presupuestaria. No puede esperarse nada bueno.

-Eso dicen la izquierda socialista, por unas razones, y la derecha, por otra.

-No entraré en el juego de los políticos. La gran mayoría son un desastre.

-La izquierda socialista dice que Hollande es un traidor.

-No les falta razón. Pero los líderes de la izquierda socialista deberían recordar que ellos mismos han comenzado a protestar demasiado tarde, tras dos largos años de improvisaciones desastrosas, para todo el mundo, sobre todo para Francia. Y para Europa.

-¿Para Europa?

-Con Hollande, mi decepción más grande es su traición a sus primeras promesas electorales. Y su incapacidad para influir. A partir de ahí, el fracaso de su política también es un fracaso para toda Europa. La Europa que conocemos es la Europa de los Estados y los gobiernos nacionales. Alemania y Francia parecen incapaces de trabajar en común. Y Hollande, en particular, está cogido en la trampa de sus traiciones e improvisaciones.

-En materia de impuestos y presupuestos del Estado, Hollande continúa la política de Sarkozy. Y, para colmo, Francia incumple el Pacto fiscal europeo, que tampoco cumplía ni hubiese cumplido Sarkozy.

-Efectivamente. En ese terreno, el problema viene de mucho tiempo atrás. En el caso de Hollande, comenzó prometiendo que Francia no firmaría el pacto fiscal europeo. A los pocos meses, su primer gobierno y los diputados socialistas votaron el Pacto que denunciaban meses atrás. Dos años más tarde, Francia no cumple el Pacto y los socialistas se han dividido. Quedan los impuestos, el paro y el crecimiento que no llega.

-Incumplido el pacto fiscal europeo, hay quienes temen que Europa pueda entrar en una nueva crisis. Tras la crisis financiera y las burbujas, se avecina una nueva crisis de la deuda y el estancamiento, a la japonesa, agravadas por una crisis generalizada del Estado providencia.

-Salta a la vista. Ningún Estado podrá salir solo de la crisis. Y el riesgo de unas economías sin crecimiento, con mucho paro, mucho populismo y descrédito de los gobiernos y los partidos es bien evidente.

-¿Qué hacer?

-Mutualizar las deudas, crear un impuesto europeo de sociedades, democratizar políticamente la zona euro. A partir de ahí, echar los cimientos de una fiscalidad común de la zona euro. Sin esos elementos básicos, las intervenciones del Banco Central Europeo (BCE) quizá sean insuficientes. De hecho, el BCE ha cometido errores graves.

-No parece creer en la eficacia esperada del BCE.

-No. Se trata de un problema de fondo. En los EE.UU. tiene sentido un banco central: puede practicar una política común para todos los Estados miembros de la Unión. En Europa, hay una veintena de modelos sociales, una veintena de modelos fiscales, una veintena de crisis paralelas, una veintena de crisis de la deuda, con problemas distintos. En ese marco, España y la Europa del sur han sido víctimas de las políticas que han defendido y defienden Alemania y Francia. Es necesario reformar y refundar la construcción política de Europa.

-Valery Giscard d’Estaing propone en su nuevo libro, «La última oportunidad de Europa», cosas semejantes: refundar la construcción política de Europa, en torno a un «núcleo duro» de países que aceptasen la disciplina de una fiscalidad y un derecho del trabajo comunes.

-Mi propuesta es un poco distinta. De entrada, me parece indispensable elegir un nuevo Parlamento Europeo.

-¿Podría explicarse?

-Ya existe un Parlamento Europeo, que obedece a su propia lógica institucional. A mi me parece indispensable echar los cimientos de un nuevo Parlamento, una suerte de «senado» europeo. Sería un parlamento elegido por los parlamentos nacionales de los países miembros de la zona euro. Ese nuevo parlamento europeo tendría la legitimidad imprescindible para poner en marcha una auténtica política económica europea, común para toda la zona euro.

-¿Elegido a través del sufragio universal? ¿O elegido por los parlamentos nacionales?

-Elegido por los parlamentos nacionales. Esa doble representación política europea permitiría democratizar la construcción política y echar los fundamentos de una política económica común de la zona euro. Las deudas de los Estados podrían mutualizarse. Los impuestos sobre las grandes empresas multinacionales impedirían las «pillerías» y fraudes actuales y pudiera favorecerse una política de crecimiento y prosperidad.

-A pesar de todo, Europa sigue siendo una suerte de «isla» de prosperidad, rodeadas de gigantescos océanos de pobreza.

-Quizá. Pero Europa crece poco. Si no se hacen reformas, los jóvenes tendrán que sufrir años y años de estancamiento, con mucho paro y poco crecimiento económico. De ahí la urgencia de las reformas europeas de fondo. Los egoísmos nacionales no conducen a ninguna parte. Francia lleva años viviendo gracias a un endeudamiento a bajo precio. Los españoles han pagado un precio muy alto por el egoísmo de Alemania y Francia.

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