poster Vídeo
Rafa Nadal firma autógrafos, ayer, en los Campos Elíseos - AFP

Roland GarrosConfesiones por el Sena tras la fiesta

Nadal cenó con el Rey emérito, alargó la noche hsata las cuatro y, sin apenas dormir, posó con la copa para la foto más especial

París Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Las gafas de sol son necesarias porque el día invita a llevarlas, pero más de un miembro del equipo de Rafael Nadal las lleva para esconder la falta de sueño y el exceso de la jarana. La noche se alargó hasta las cuatro, quizá más en algún caso, totalmente justificada la fiesta porque no siempre se consigue algo igual. Vaya, de hecho nunca se había logrado y resulta casi imposible que vuelva a repetirse la imagen de un tenista posando con su décima Copa de los Mosqueteros.

«He dormido poco, la verdad», confiesa Nadal, que acude a la cita con tejanos, camiseta y unas zapatillas conmemorativas. «Y no por la fiesta. Es verdad que fui de fiesta un poco, pero estaba tan cansado que no hice demasiada.

Estoy bien, pero mira, me he despertado. Me fui a dormir sobre las cuatro y a la siete me he levantado y no podía volver a dormirme, ese ha sido el problema», sonríe el balear.

Después de cumplir con el protocolo, el domingo por la noche se va a la carrera porque tiene una cena importante. Comparte mesa, en una imperiosa sala del hotel Intercontinental (al lado de la Ópera), con el Rey Juan Carlos. A un lado del monarca está el campeón y al otro la novia del tenista, mientras que los otros comensales son los patrocinadores del tenista y el padre de la criatura. En el recinto están los familiares y amigos, repartidos en otras mesas, comiendo en su mayoría pescado y sushi. Aunque está el Rey, poco protocolo, es una cena entre amigos íntimos.

La cena y las copas

Después del ágape, la comitiva se desplaza al Matignon, en la lujosa avenida del mismo nombre. Es un local de moda, mejor ir sin preocuparse del precio si a uno le da por ahí, y abre hasta tarde. Nadal y su clan alargan la fiesta y brindan entre copas hasta algo más de las cuatro. Normal lo de las gafas de sol.

Al zurdo le espera un lunes ya organizado de antemano, y sale todo bastante bien. Después de la foto de rigor, del paseíto por el Sena con la prensa española y de repartir abrazos, se dirige a los Campos Elíseos, pues tiene programado un acto con Nike, la marca que siempre le ha vestido y que medita volver al pasado, con la opción de verle de nuevo sin mangas en un futuro no muy lejano. ¿Es consciente Nadal de lo que ha hecho? ¿Dónde le coloca este logro? «Se me hace complicado hablar de esto, no soy yo quien lo tiene que decir. Sigo en activo y espero seguir teniendo opciones de competir bien y de luchar por cosas importantes». Lo que está claro, no hay duda de ello, es que está en el olimpo de los elegidos, probablemente el mejor deportista español de todos los tiempos.

«No lo sé. Cada cual en su especialidad ha sido muy bueno. Tenemos muchos deportistas que en sus deportes han hecho cosas especiales y lo han hecho por primera vez, que tiene un valor muy grande. En el golf, Severiano Ballesteros ha sido el deportista que marcó una época. Miguel Indurain también. Pau Gasol ha ganado dos anillos... Son cosas que no había hecho nadie, hay que valorarlas porque están dentro de la historia de nuestro país. También Fernando Alonso. En los últimos años arrasamos en motos... Hay muchos deportistas españoles que merecen reconocimiento».

De película

Habla como un veterano porque es un veterano, mucho más allá de lo que dibujó con 22 años cuando la rodilla mandó algún aviso. «Es que a los 22 ya llevaba bastantes años en el circuito. Yo siempre pensé que no podría llegar donde estoy a día de hoy. A nivel de edad, ¿eh? No pensaba estar jugando y compitiendo con 31 años por mi problema en el pie. En 2005, me destrozo el pie en la final de Madrid. Y ahí es cuando llegan mis problemas, tengo que jugar con una plantilla muy agresiva, corregida para no dañar el pie. En aquel momento, los médicos me dijeron que no sabían si podría seguir con mi carrera, sin pretender añadir ninguna película a esta historia. No soy muy peliculero, solo cuento lo que ocurrió». Su vida en París, navegando por el Sena con la Copa de los Mosqueteros, sí que es de película.

Y ahora, esos días por el mar, perdido como le gusta, sin que nada le moleste. A final de semana, cogerá la raqueta y ajustará los mecanismos para la hierba de Queens, próxima parada salvo cambio inesperado. A la vuelta de la esquina está Wimbledon y ahí ya podría volver a ser el número uno, un objetivo que le ilusiona. De momento, disfruta de París. Hay motivos.

Ver los comentarios