Fernando Rodríguez Lafuente

No hay clásico menor

El duelo entre Barcelona y Real Madrid nunca será una apacible jornada de brazos caídos, piernas quietas y músculos flácidos

Lo llaman clásico, pero es contemporáneo. Es cierto que Madrid y Barça llevan enfrentándose desde el comienzo de los tiempos. Pero también otros equipos, muchos ya centenarios, también. Serían, así, clásicos. ¿Entonces? Pues ya lo advirtió el buen Horacio respecto a la costumbre que impera en cualquier época, lengua y sociedad: «El uso es más poderoso que los césares», así que poco pueden hacer la Academia o la Semántica, se queda con clásico. Llegan madridistas y culés con la vista puesta en otra parte, como la vida en la novela de Kundera. Los de Barcelona tan felices, tras la celebración, cena privada, de los dos títulos: La Liga y la Copa del Rey sin brindis. Los de la capital –menuda capital con dos equipos en las dos grandes finales europeas- con el horizonte de Kiev, el Liverpool, y la conquista –no puede haber mejor término- de la Decimotercera.

Vidas cruzadas. Historias oblicuas. No se juegan nada, pensará alguno. Pero no es así. Entre el Madrid y el Barça no hay amistosos. No es posible. Se juegan mucho más que tres puntos o una eliminatoria; se juegan la esencia del deporte, la gracia del fútbol, la sensación de cualquier deportista -de los de antes- de ganar sin adjetivos, porque sí. Ganar. Poco importa si el Madrid rompe la imbatibilidad del Barça. Hemos quedado en que están, o habitan otra órbita. Desde hace pocos años, de ahí lo nuevo de «clásico», se han convertido en «Los duelistas» de Joseph Conrad (formidable película de Ridley Scott). Han cambiado la esgrima por el toque; la punzada por el gol, pero entre ellos no hay lugar para el sosiego. Ningún partido será, nunca, una apacible jornada de brazos caídos, piernas quietas y músculos flácidos. No es posible. No hay clásico menor, de ahí la atención que despierta en todos los confines de la tierra. Para un deportista no existe la frase «No se juegan nada». Siempre se juegan mucho, por eso lo han convertido en su profesión, sin dejar de ser una maravillosa manera de contemplar la vida y, sobre todo -algo sagrado- pasar el desdichado tiempo presente.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación