Ignacio Ruiz Quintano

La «Vecchia Marmotta»

IGNACIO RUIZ QUINTANO

La Juve, sí. La Juve no es el PSG. La Juve es la «Vecchia Marmotta» del Día de la Marmota que es la Champions. Por la forma de aparecerse la Juve sabemos si la primavera está aquí o si el invierno se alarga otras seis semanas.

-Embarcado yo en Palma de Mallorca -anota Ramón Mendoza en sus memorias-, Agnelli pasó en el barco del Rey. Nos acercamos para saludarnos, y cuando el Rey le dijo que estaba frente al barco del presidente del Real Madrid, Agnelli contestó, con gesto adusto, que a él del Real Madrid sólo le interesaba Emilio Butragueño.

¿Butragueño… en la Juve? Luego se sabría que, en realidad, Agnelli estaba interesado en Sanchís, y que todas las mañanas telefoneaba a Mendoza para preguntarle, en francés («Admirose un portugués / de ver que en su tierna infancia / todos los niños en Francia / supiesen hablar francés. / ‘Arte diabólica es’, / dijo, torciendo el mostacho, / ‘que para hablar en gabacho / un fidalgo en Portugal / llega a viejo, y lo habla mal; / y aquí lo parla un muchacho»), por el central de las cejas gordas.

El PSG era un toro de granja, como esos que acostumbran despachar por esas plazas de Dios las figuras bajo palabra de honor en el falso escalafón taurino (Ponce, Julián López y así), disfrazado de Miura por la propaganda que vive del Madrid. La Juve, en cambio, viene a ser la leyenda del buey bravo en Europa.

-Usted, Don Eduardo, con sus bueyes bravos y yo con mis toros mansos nos hemos hecho los amos de la Feria -dice un día a Miura el marqués de Saltillo.

En la Semana del Estrés futbolístico decretado por la prensa, el Madrid mete la mano en el bombo y saca… ¡la Juve!

Estábamos con que a Mertesacker, Coentrao y André Gomes los puede el miedo escénico y se olvidan de jugar. Salió a colación el nombre de Iván Campo, y Valdano puso sobre la mesa el nombre de Camacho, el león de Cieza, que «vomitaba» antes de pisar el césped. Curiosamente, hablamos de defensores, que son los que «dan». ¿Acaso los delanteros, que son los que «reciben», no padecen estrés?

Mucho nos reímos del psicólogo de Benito Floro, el entrenador del Queso Mecánico recomendado por Julio César Iglesias al Real Madrid de Mendoza, pero nunca sabremos si aquel hombre, poniendo a Butragueño a chupar limones, no evitó el estrés de la Quinta del Buitre.

-Benito Floro me dijo que Caminero no era jugador para el Real Madrid -recordaría más tarde Mendoza-. Tuvo Floro el mismo olfato que cuando me dijo que con Martín Vázquez el Madrid sería campeón de Europa. El olfato de Floro era el de un constipado permanente.

La ansiedad era cosa sabida entre toreros, al iniciar el paseíllo («¡cornás pa tos, hijos de p…!», era el grito de César Girón para sacudirse el estrés del momento), y también entre boxeadores, al llegar la hora, pero nadie lo hubiera sospechado de unos futbolistas. ¿Qué estrés puede tener Benzema, al cabo de una década paseando el Bernabéu?

-Llegué a pensar que se me había olvidado jugar al fútbol -dice Coentrao de su paso por el Madrid, pensamiento que bien podría hacer suyo Ceballos, para quien el «estrés» lleva nombre de Zidane.

Claro que en esto del estrés hay mucha literatura. O mucho periodismo. Si a Benzema lo hubiera traído Mourinho y a Coentrao el presidente, el lúser, por estrés, sería hoy Benzema, y el triunfador, Coentrao. De Ceballos, ni hablamos: vino de sustituto de Modric, el Macron del centrocampismo pipero, y Zidane le hace la cobra en cada convocatoria.

Contra el estrés individual de los futbolistas, el estrés colectivo que produce la Juve. Pasará el Madrid, no por su ADN europeo, como dicen sus rapsodas (el ADN europeo del Madrid consiste en que la Champions es la única competición que este club se toma en serio), sino por ser uno de los dos equipos (el otro es el Barcelona con Messi) que dispone de armamento nuclear con Cristiano. Pero, en lo que el hongo se desata, habrá pelea, que es lo menos que uno puede pedir como espectador al sentarse a perder un par de horas delante de un televisor.

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