Ignacio Ruiz Quintano

La olla de Benzema

El francés, para preparar el derbi del Wanda Metropolitano, reveló un secreto de vestuario

El primer derbi del Wanda fue un puñetero cuento chino. O por emplear la metáfora que del mundo nos dejara el Filósofo Oficial de la Nación, Ortega, «hijo de Minerva y de uno de los gigantes que quisieron escalar el cielo»: una Pelea De Negros En Un Túnel.

Para hacer llevadero el muermo de este Atleti-Real, mientras se enfriaba la cena en la mesa, tiré del cuento de Ricardo Bada sobre el vagón de tren en que viajan una gorda, una rubia guapísima, un bético y un sevillista (con la imaginación haciendo el esfuerzo de poner a Doña Croqueta de gorda, y de rubia guapísima, al otro comentarista):

-De repente, el tren se mete en un túnel y se queda el vagón a oscuras; entonces se oye un guantazo enorme: ¡¡¡Plasss!!! El tren pasa el túnel, vuelve a la luz y el sevillista se echa mano a la cara. Los cuatro pasajeros se quedan pensando en lo que ha podido ocurrir. La gorda piensa: «Seguro que el sevillista le ha metido mano a la rubia. La rubia se ha mosqueado y le ha dado un guantazo». La rubia piensa: «Seguro que el sevillista ha intentado meterme mano, se ha equivocado y la gorda le ha metido una h...» El sevillista piensa: «Seguro que el bético le ha metido mano a la rubia, la rubia se ha equivocado y me ha dado la h... a mí». El bético piensa: «A ver si llega otro túnel y le meto otra h... al sevillista».

El derbi se hacía tan largo y tan insufrible como «el Prusés» de Piqué, y con Benzema restregándose por el Wanda como el gato de una venta acababa uno acordándose hasta de Isidoro el de la Santa Transición, aquél que luego, siendo presidente de la cosa, citaba a Deng Xiao Ping para impresionar con cultura china a los «chinos»:

-Gato blanco, gato negro, qué más da; lo importante es que cace ratones.

Mourinho, aquel entrenador del Madrid que quería a Ribery y le dieron a Callejón, dijo una vez muy portuguesamente que, si no tienes perro para ir a cazar y tienes un gato, vas con él. El gato era Benzema, que ya estaba en el Madrid, y que estos días, para preparar el derbi del Wanda, reveló un secreto de vestuario:

-Se me fue la olla cuando Mourinho me llamó gato.

A Benzema, pues, se le fue la olla en 2010, y desde entonces anda buscándola por esos campos de Dios. En tanto no dé con ella, será titular, pues Benzema y Zidane vienen de una cultura que valora muchísimo la búsqueda, a la cual supeditan toda idea del tiempo.

-Lo hemos intentado todo... menos el amor -dijo una vez Théodore Monod, el naturalista francés que consagró su vida a buscar en el desierto la flor que había entrevisto sesenta años atrás.

El Atleti corrió como nunca y empató como siempre, con pinta de no hacerle ya un gol ni a Casilla (¡con un 13 y de amarillo!), por lo que la Mejor Afición del Mundo subrayó con pitos a Griezmann, a cuyo rescate acudió un hilo de cholismo. «A muerte con Griezmann, es de la familia… mientras esté en la familia», explicó un Cholo vestido de Scorsese.

Este Madrid tampoco parece estar hecho para hacerle un gol a nadie: sus delanteros son absurdos como una paleta de pescado y Kroos y Modric pelotean lejos del área como sólo Benzema («el gato», decía Miguel Mihura) es capaz de divertirse durante años y años jugando con el mismo ovillo de lana, mientras a Ceballos, un centrocampista golero, le sale musgo en los pies a la sombra del banquillo. Para acabar de levantar el estado de ánimo, el entorno espolvorea en el ambiente los rumores sobre la contratación de Neymar, acontecimiento que acabaría disparando las simpatías del floreado Madrid de Zidane que ha tirado la Liga en noviembre, catástrofe de la que se quiere culpar a los árbitros de Victoriano, que vienen a ser como los hackers de Putin.

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