Silva, durante el partido contra Macedonia
Silva, durante el partido contra Macedonia - REUTERS
España-Macedonia

Conexión canaria en la nueva era

David Silva, capitán en su partido 108 con la selección, fue de lo mejor y conectó con Vitolo, que marcó otra vez

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Como el partido, por ser suaves, era un sopor de los buenos, España se abrazó sin saber muy bien por qué cuando Velkovski hizo el trabajo de los atacantes, señalado el central de Macedonia al marcarse un gol en su propia portería. En cierto modo, fue el castigo a la poca ambición de su equipo, asumida la inferioridad desde el sorteo de campos y plantado el autobús sin mayor esperanza que la de un golpe de suerte o algo parecido. A España le valía el favor y festejó el gol que no supo hacer, espesa y por momentos previsible mientras la gente de Los Cármenes se recreaba con la ola al cuarto de hora. «Escúchame, esto no es mucho mejor que el Granada, ¿eh?», bromeaba un muchacho en los servicios al descanso, decepcionado porque no veía ni una gota de magia.

España, con lo justo y con Silva, hizo uno de esos partidos de oficio, que suele ser el calificativo cuando se gana y no se juega prácticamente a nada. Y así fue la noche en Granada, fría y aburrida sin que nadie vaya a recordarla de aquí a unas semanas. Se trataba de ganar, así que Rusia y el Mundial de 2018 queda un poquito más cerca.

De Gea, en silencio

Cuesta relatar el encuentro en una crónica y más buscar otro tipo de historias, sin protagonistas ni figuras para destacar. En Granada, con el esporádico «¡España, España!» como única alternativa para animar algo la velada, la selección estuvo muy justita de ideas y ni siquiera Julen Lopetegui encontró esta vez alguna solución en los primeros 45 minutos. Algún fogonazo de Vitolo, la conexión canaria con Silva, errores de bulto en defensa y una parada de mérito De Gea a los cinco minutos de la que no se hablará. España ganó, y eso es lo que cuenta.

Más allá del pesimismo, que se contagió en la grada porque no había manera de alterar el plan, lo mejor fue la buena intención de Silva, capitán con magia que se empeñó en encender a sus compañeros. El jugador del Manchester City movió la pelota, le dio velocidad a la pausa y con su zurda de seda buscó espacios imposibles. No encontró a nadie, ni un socio. El gol de España, el que abrió el melón, fue de Velkovski.

Se hizo bola con el segundo acto, mientras el aroma a churrasco de la zona VIP encendía el apetito de los granadinos. El choque pasó a ser una especie de fiesta mayor sin que nadie estuviera muy pendiente, pero por si acaso alguien se despistaba estaba Silva, el mejor y crecido ante la medianía generalizada. Pidió el balón, puso una marcha más, y para evitar males mayores le dejó el segundo gol a Vitolo. Deberes hechos y otro acierto del canario del Sevilla, que en esta fase de clasificación lleva tres tantos y es indiscutible para el entrenador. Las cosas le van muy bien.

Con el 2-0 asumido, triunfo y tres puntos en el bolsillo, hubo otro paradón de De Gea, del que tampoco se hablará pese a su importancia. La defensa española no estuvo a la altura, con Bartra y Nacho juntándose en el eje de la zaga, pero el portero hizo lo que se le pide. Se le menciona poco y a él le gusta estar en silencio, pero la cueva está bien protegida. Lleva tres noches de cuatro en este viaje a Rusia sin recibir goles, y el que le marcó Italia fue de penalti.

El combinado nacional es líder de su grupo y tiene buenos números, especialmente importante el tema de la diferencia de goles para resolver la igualdad con Italia. Mañana, el equipo se va a Londres para disputar el martes un amistoso de prestigio ante Inglaterra, y los compromisos oficiales no se retoman hasta marzo. Lopetegui tiene números verdes, pero anoche vivió el partido más gris de su era. Se salvó por Silva y poco más

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