Lebron James, durante un mitin de Hillary Clinton
Lebron James, durante un mitin de Hillary Clinton - REUTERS

NBAEl All Star más politizado

La NBA vetó a Charlotte por su legislación contra los transexuales. Ahora, en Nueva Orleans, será difícil olvidar la política

Nueva York Actualizado: Guardar
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El fin de semana del All-Star de la NBA es «showtime», entretenimiento puro, una fantasía televisiva protagonizada por genios del baloncesto. Ni siquiera tiene la tensión de la competición deportiva, el resultado no importa. No hay lugar para el drama. Mucho menos, para la política. Este año, sin embargo, las cosas son distintas. Se celebra en Nueva Orleans de forma casi apresurada, después de que el pasado verano los capos de la NBA decidieran arrebatar la sede a Charlotte. La razón tiene que ver con la política: el estado donde se asienta esta última ciudad, Carolina del Norte, aprobó el año pasado una ley discriminatoria sobre el uso de baños públicos para transexuales. La normativa obliga a que las personas usen el baño en función de su sexo en el momento del nacimiento.

Este estado y Mississippi han sido los únicos que han aprobado regulaciones de este tipo.

La reacción pública fue inmediata y contundente. Muchas empresas se marcharon del estado o se comprometieron a no hacer negocios allí. La NBA también optó por hacer las maletas y llevarse el espectáculo a otra parte. El organismo que regula el deporte universitario, la NCAA, también decidió cancelar las finales que se iban a celebrar esta primavera en Carolina del Norte. La beneficiada fue Nueva Orleans, una ciudad que todavía se recupera del huracán Katrina y que se llevará los muchos millones de dólares que se perderá Charlotte (cuando la ciudad de Luisiana organizó el All-Star de 2014, se calcula que la inyección económica fue de 106 millones de dólares).

Es imposible sacar el veto a Carolina del Norte fuera del contexto político agitado que vive EE.UU. y que contagia hasta sectores -como la NBA- que se esfuerzan por mantenerse estancos ante este tipo de tensiones. El aumento de protestas por los casos de abusos policiales del verano pasado salpicó al deporte. El mariscal de campo de los San Francisco 49ers, Colin Kaepernick, mostró su disconformidad con el racismo estructural del país negándose a escuchar el himno de pie antes del partido. Su gesto se transmitió a otros deportes. Algunas chicas de la liga de baloncesto profesional femenino, la WNBA, vistieron camisetas de protesta (la NBA les sancionó con una multa). Algunos equipos de la NBA escucharon el himno en partidos de pretemporada con los brazos entrelazados entre los jugadores. Cuatro pesos pesados de la liga -Lebron James, Carmelo Anthony, Dwyane Wade y Chris Paul- fueron explícitos en un discurso conjunto en los premios ESPY. «El sistema está roto, los problemas no son nuevos, la violencia no es nueva y la brecha racial sin duda no es nueva, pero la urgencia para que haya cambios es más alta que nunca», dijo Anthony.

Todo ha sucedido en un año electoral, con una gran polarización política vivida con el ascenso de Donald Trump. Hubo jugadores que tomaron posiciones. El más influyente de la NBA, Lebron James, hizo campaña por Hillary Clinton. La noche electoral, muchos jugadores -también el español Ricky Rubio- mostraban su descontento con los resultados de las urnas. En una visita a los Knicks de Nueva York, James se negó a alojarse en el hotel con su equipo -la primera vez que lo hacía en su carrera- porque se trataba del Trump SoHo. Hace un par de semanas, se tomó con humor el nuevo sistema de votación para los quintetos del All Star, en el que también participan los jugadores: “Siempre hay votos bobos. Donald Trump es nuestro presidente”.

La organización tratará de parapetar de aislar al espectáculo de cualquier connotación política. El año pasado, el MPV del partido de exhibición entre famosos, el líder del grupo canadiense Arcade Fire, Win Butler, agarró el micrófono para soltar un discurso político y la retransmisión televisiva se apresuró a cortarlo. Este año los realizadores tendrán que estar muy atentos.

La venganza de Westbook

Si el éxito de un All-Star depende de la presencia de estrellas, el éxito está asegurado. No faltará ninguno de los mejores de la liga, con la excepción de Rudy Gobert. El pívot francés está firmando una temporada de excepción en Utah Jazz, y muchos vieron injusto que su puesto se lo llevara DeAndre Jordan. La pimienta del partido más importante, el que se disputa el domingo entre las grandes estrellas, la pondrá Russell Westbrook, que se quedó fuera del quinteto inicial del Oeste. Empató a votos con Stephen Curry y James Harden y la votación entre aficionados le relegó al banquillo. Con su espíritu competitivo hasta en partidos donde no se juega nada -ganó el MVP del partido de las estrellas en las últimas dos ediciones-, un Westbrook picado en el orgullo irá a por todas. Y no faltan razones para su ensayo: va camino de convertirse en el segundo jugador de la historia en firmar un triple doble de media en la temporada. De momento, promedia 30,9 puntos, 10,5 rebotes y 10,2 asistencias por partido.

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