Los jugadores del Quesos Entrepinares, en el césped de Zorrilla
Los jugadores del Quesos Entrepinares, en el césped de Zorrilla - F. HERAS
Rugby

Un partido para la historia del rugby español

La final de Copa entre el Quesos-El Salvador llenará hoy las 26.000 localidades del estadio Zorrilla de Valladolid, en el que también estará presente el Rey

Valladolid Actualizado: Guardar
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Pocos son los que recuerdan el cartel de «no hay billetes» en el estadio de fútbol José Zorrilla, pero el rugby vallisoletano y sus dos equipos señeros han logrado que se vuelva a colgar hoy para una final de la Copa (13.00 horas) que ha hecho historia sin ni siquiera jugarse después de que más de 26.000 entradas volaran en cuestión de horas ante la sorpresa de todo el entorno que rodea al deporte del balón ovalado.

Sin el arraigo en España que sí tiene en otros países europeos, Valladolid es la excepción que confirma la regla. Cada semana, las charlas en los bares entre incondicionales relatan las hazañas tanto del VRAC Quesos Entrepinares como del SilverStorm El Salvador.

Las palabras «melé», ensayo o placaje están en boca de muchos que quieren demostrar que este lleno no ha sido por casualidad.

Junto a los privilegiados que podrán contar que estuvieron en el Zorrilla en la final más importante de la historia del rugby nacional, varios miles de personas más se sumarán a la fiesta al acudir desde primera hora de la mañana a los alrededores del estadio para seguir el evento a través de las pantallas gigantes instaladas en una «Fan Zone» que se convertirá, a buen seguro, en el escenario del famoso «tercer tiempo» de los partidos de rugby en el que se demuestra el «buen rollo» del denominado «deporte de caballeros».

La guinda al acontecimiento la puso hace unos días el Rey Felipe VI, que confirmó su presencia ante las numerosas e insistentes peticiones de autoridades y aficionados. Junto a Don Felipe, políticos como Soraya Sáenz de Santamaría, Juan Vicente Herrera o Pedro Sánchez tampoco han querido perderse la esperada cita.

Otro de los alicientes de la final es la propia rivalidad de ambos clubes, que arrancó el 8 de enero de 1992. Aquel día, el Dulciora El Salvador se impuso al Quesos Entrepinares por un contundente 24 a 10. Desde entonces, los derbis no han hecho más que fomentar una competencia sana que llega hasta nuestros días. Tal es así que los dos capitanes saben perfectamente a lo que se atienen: «Nos conocemos, hemos jugado muchas veces y por esa razón intentamos cambiar detalles en cada partido, simplemente para no ponérselo nada fácil», apunta Pablo César Gutiérrez «Peisi», del VRAC Quesos Entrepinares, que augura que «la batalla que se va a ofrecer va a ser totalmente insuperable».

A escasas horas del pitido inicial, las ganas se hacen notar, y el capitán del SilverStorm El Salvador, Fernando González Altés, no tiene ninguna duda: «Vamos a dar mucho espectáculo, aunque va a ser un partido duro, ajustado... y jugar contra el VRAC imprime mucha motivación». Son ya muchos los años que llevan enfrentándose y en todas las ocasiones «es algo especial» para la gente de Valladolid y para los dos equipos.

Desde la escuela

Fue en dos colegios de la capital pucelana donde surgió todo. En el de Nuestra Señora de Lourdes se gestó el germen de lo que hoy es el «Quesos». El Salvador sigue manteniendo el nombre del centro a pesar de su cierre hace nueve años.

Ha pasado mucho tiempo, pero las cosas se siguen haciendo igual: «Tenemos la oportunidad de que el rugby llegue a más gente» sostienen tanto el entrenador del «Chami», Juan Carlos Pérez, como el «quesero» Diego Merino, que también están de acuerdo en que no hay que ir «unos en contra de otros, como se hizo tiempo atrás» y presumen de que ahora son «la envidia del mundo del rugby».

Nadie se esperaba todo el revuelo que se ha montado alrededor de la final. Una prueba de ello es que la familia del capitán de El Salvador «se las ha visto y deseado para conseguir una entrada, porque yo fui el primero que dije que bueno, que ya las compraríamos, que no se iba a llenar», afirma con un poco de pena González Altés. «El más optimista ponía la cifra de 15.000 o 16.000 personas dentro del estadio. Es algo inexplicable».

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