Pablo Abián
Pablo Abián - Ángel de Antonio
Rumbo a Río 2016

Pablo Abián, doctor en bádminton

Camino de sus terceros Juegos Olímpicos, el bilbilitano muestra sus ilusiones y metas en un deporte que también le ha hecho doctor

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«Elasticidad, intensidad, fuerza, resistencia, coordinación, flexibilidad», así es el bádminton según Pablo Abián (Calatayud, 1985). Y no habrá mucha gente en España que sepa más que él sobre este deporte. Después de cursar el Máster de Investigación en Ciencias del Deporte, se atrevió con la tesis: «Análisis de la estructura del juego y parámetros morfológicos y fisiológicos en bádminton». Sí, es doctor. Esta semana participa en el acto de investidura de los nuevos doctores de la Universidad Politécnica de Madrid. «Quizá mi madre, Maricarmen Vicén, esté más orgullosa de esto último que de haber ido a unos Juegos Olímpicos. Del orgullo deportivo se encarga mi padre», explica Javier Abián. Su hermano mayor, su iniciador, su cómplice, su entrenador. Una familia vinculada por pasión al volante y la raqueta.

Solo con grandes dosis de pasión puede entenderse que Pablo, Javier y María, y toda una ciudad como Calatayud, conociera y disfrutara del bádminton. La que tenía el padre de los Abián, Antonio, para crear de la nada una escuela de un deporte «raro, nuevo, diferente». «Era profesor de Educación Física y con unos compañeros levantaron la Asociación Deportiva San Íñigo para enseñar bádminton. Hubo una época en Calatayud que todos los chavales jugaban. Primero enganchó a mi hermano y a mi hermana, yo fui después. Probé, me gustó y mira». Con ese único y tan grande referente, su padre, Pablo nunca se ha sentido demasiado raro al elegir un deporte tan minoritario como ilusionante para sus intereses. Con él participó en sus primeros Juegos Olímpicos, los de Pekín 2008. También los segundos, Londres 2012, y lo hará con unos terceros, los de Río 2016. Un camino largo que mira con ilusión ( http://www.pabloabianrio2016.com/es/index.php). «Aunque hasta el 1 de mayo no se sabrá de forma oficial, pero el objetivo era conseguir puntos para ser cabeza de serie, y eso se ha puesto un poco más difícil». Su sueño, claro, el oro olímpico. Pero, claro, con los pies en la tierra bilbilitana, con una mano en la onubense del club IES La Orden, y la otra en la Universidad Católica de Murcia, sus respaldos. No son los únicos, Abián se enorgullece de estar rodeado de mucha gente que lo apoya todavía más en los momentos difíciles: su segundo entrenador, Eliezer Ojeda y sus compañeros de profesión Daniel Sánchez, David Alboal, Noelia Jiménez, Laura Primo y Laia Oset.

Volantes y libros

«Mis padres me inculcaron que si había deporte, también había que estudiar. Si nos los tenían que recordar, lo hacían. Es complicado, pero con constancia y esfuerzo, sí se pueden cumplir muchos objetivos del deporte y de la vida», razona su respuesta Abián, Pablo, el pequeño. Dio pasitos cortos hasta que se plantó en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid con 18 años. El salto internacional. «Me hace ilusión recordar los primeros torneos, pero los resultados y, sobre todo, conseguir experiencias nuevas, es algo que te llevas como deportista».

Sin embargo, los Juegos son la cita más importante. «Sobre todo para los deportes tan pequeñitos como el mío. Es un escaparate muy bueno. Y además no solo están los mejores de tu deporte, sino que estás conviviendo y viendo competir a los mejores de todos los deportes. Poder animar a la selección de baloncesto o la de balonmano, y luego ver que en la Villa Olímpica somos todos iguales». Es la oportunidad para todos. Los quince días en los que los focos solo miran hacia ellos, después de tres años en la sombra. También la presión es mayor, aunque Abián la golpea con fuerza, ajustada a la línea, a la esquina, para que no vuelva. Como el volante en los partidos.

¿Por qué no?

Ha pasado unas temporadas muy difícil por desavenencias con la Federación. Momentos de flaqueza, muchos; pero su familia, sus amigos, sus hermanos, su propio carácter no le dejan desfallecer. ¿Por qué no? Se pregunta cada día a pesar de las dificultades dentro y fuera de la pista. «¿Por qué no voy a seguir en un deporte que se me da bien, que me encanta y del que soy el mejor español si lo merezco? Los resultados están ahí, ¿por qué me tengo que ir del bádminton?».

Elástico, fuerte, rápido, coordinado, flexible. Para unir todo: una fortaleza mental superior. Como para afrontar un doctorado. «Hay que decidir en cada momento dónde poner el volante, tomas una decisión cada segundo, sin apenas descanso. Porque piensas en quién es el rival y en cómo juega, lo has estudiado antes en vídeos. Y ellos a ti también, por eso hay que estar evolucionando de forma constante». Lo hace con su hermano desde hace tres años, dos o tres sesiones por jornada, en una pista «improvisada» en un pabellón del CAR de Madrid. «Al menos, ahora tengo un sitio», reflexiona optimista.

Piensa ampliar la colección de trofeos, esa que está en casa de papá y mamá, hasta que el cuerpo y la cabeza aguanten. «Ahora mismo, no me veo como otra cosa que como jugador, me siento muy bien». Es toda una vida y una familia dedicada al volante y la raqueta, pero con las energías y la ilusión de aquel que pedía jugar y no lo dejaban por ser todavía pequeño. Es su madre la más orgullosa por su doctorado; su padre, también por sus medallas en un deporte que él «inventó»/ «importó» en Calatayud. Javier y María, porque los ha superado el pequeño de la saga. Pablo, más que ninguno, por ser capaz de levantarse de las dificultades y seguir trabajando por un triunfo para el que está preparado. Es doctor en su deporte.

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