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El boxeador Jonathan «Maravilla» Alonso posa en el gimnasio Detroit de Vallecas (Madrid) - José Ramón Ladra

Jonathan «Maravilla» AlonsoEl niño bonito del boxeo español

Actor y dueño de una marca de ropa, Jonathan «Maravilla» Alonso fue el primer púgil español que llamó la atención del boxeo americano. Hoy lleva doce victorias, cero derrotas, y aspira a colarse pronto en las grandes peleas

Madrid Actualizado: Guardar
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En los inicios de Jonathan Alonso ( República Dominicana, 1990) hubo una mezcla de ensayo y error. Durante su infancia en Asturias jugaba al fútbol, al tenis y al baloncesto, como cualquier otro chaval. Después probó suerte en el atletismo, donde hizo 35 carreras, ganó 31 y se cayó en dos. Al cumplir los quince, rodaba 80 kilómetros en bici al día sin saber muy bien por qué. Se dejaba las piernas a la salida del colegio pero solo era un bulto más dentro del pelotón. No brilló tanto como le gustaría y se aburrió.

Hoy Jonathan Alonso se ha hecho mayor y tiene apodo de estrella. Es actor, sabe idiomas, y sobre su espalda (ni muy ancha ni muy estrecha para un peso superligero) recae buena parte del futuro del boxeo patrio.

«Cuando llegué al gimnasio con 16 años yo quería hacer kick boxing o muay thai. El boxeo me parecía aburrido»

«Maravilla» Alonso sabe lo que es jugar a la Nintendo. Y al Pokémon azul, rojo y amarillo. Él pertenece a esa generación de boxeadores que no empezó a pelear como una forma de ganarse la vida en tiempos difíciles. De hecho llegó al gimnasio relativamente tarde: «Empecé a boxear a los 16 años porque uno de mis mejores amigos, Alejandro, me invitó a entrenar con él. Yo no quería entrenar boxeo, iba buscando otra cosa: kick boxing, muay thai... Algo que fuera más entretenido, porque el boxeo me parecía aburrido —asegura—. El problema es que no había alumnos suficientes como para llamar a otro monitor y me ofrecieron meterme a boxeo».

Para entonces vivía con su abuela en Asturias. En principio iba al gimnasio «a entrenar», pero con el paso de los días se le iban notando los golpes: un día una sombra morada en el ojo, otro una rojez en el pómulo... y eso a su abuela no se le escapaba. «¿Pagas 30 euros al gimnasio para que te peguen? —le dijo—. Dámelos a mí, que yo te pego gratis».

Jonathan «Maravilla» Alonso, junto a su abuela
Jonathan «Maravilla» Alonso, junto a su abuela - Twitter: @maravillaalonso

El talento de Jonathan le llevó a ingresar en la Residencia Joaquín Blume, allí donde Ciudad Universitaria choca con el río Manzanares. En el centro de alto rendimiento recibía más de lo que daba y llegó a pensar que se había equivocado, que le venía grande el gimnasio: «Una vez que estás allí te planteas otros retos, porque todos los que están allí son campeones de España», explica. «Y te pegan diariamente. Mi entrenador me decía que yo era muy bueno, pero yo le decía: “Mira, aquí me pegan mucho. Yo apenas les toco y ellos me revientan”».

Los meses en la Blume fueron una lucha contra sí mismo. «Me decía: “Si ellos corren el 1.000 en 3:05 yo lo voy a hacer en 2:57. Si ellos tiran 30 golpes yo voy a tirar 50. Y cuando ellos se vayan al jacuzzi yo me voy al gimnasio”. Y así lo hice durante meses. Les fui cogiendo la mano, el brazo... y así hasta quedarme primero del equipo. Fue ahí cuando me dije: “Estoy representando a mi país y estoy ganando medallas. Llevo muy poco en esto y estoy haciendo en meses algo para lo que ellos necesitaron años. Ahí empecé a pensar que podía llegar”».

Fichar por el equipo nacional le dio prestigio y en casa se sumaron a los anhelos del chico. «Mi abuela me dijo: “Si el boxeo es lo que te gusta sé feliz, pero sé el mejor”».

Golpe de suerte

«Maravilla» tiene su propia marca de ropa, una legión de seguidores y el mismo manager desde hace años. Tras los Juegos de Londres 2012, que fueron el premio a ese esfuerzo íntimo en la Blume, llegó el momento de hacerse profesional. Ahí fue cuando le cambió la vida: una casualidad unida a la astucia de su manager le convirtieron en el primer español en firmar con una promotora de Estados Unidos.

Es fan del Real Madrid y conoce a jugadores como Mariano. No le gusta la sidra y lleva tatuadas las iniciales de sus amigos en la muñeca derecha

Era el invierno de 2013. Jonathan estaba de vacaciones en Nueva York visitando a su hermana. Tenía «mono» de gimnasio y pidió a su manager que le recomendase uno para visitar, hacerse fotos y presumir cuando volviera a España. «Mi manager me recomendó el Gleason’s, que es donde se rodó “Million Dollar Baby”. El dueño, Héctor Roca, sabía que iba a ir allí un olímpico español, pero al verme dijo: “Tú no eres español”. “No, no, yo soy dominicano”. No le cuadraba que hubiera un español en Estados Unidos boxeando», recuerda. «Ese día entrené y luego me preguntó que si quería hacer sparring. Yo estaba de vacaciones, pero le dije que sí. “Vuelve el miércoles”, me dijo. El miércoles me pusieron un chico profesional y no me costó nada golpearle. La gente empezó a sacar los móviles. Cuando terminamos me dijeron que el chico al que me había enfrentado era boxeador profesional y que tenía un récord de 15-0. Al terminar me dijo: “Buen trabajo, chico. Gente así es lo que necesito”. Entonces mi manager hizo su trabajo y me pidió que fuera dos días después, que habría ojeadores».

En ese segundo entrenamiento «Maravilla» se machacó. Quiso lucirse y demostrar pegada, pero los ojeadores no le hicieron mucho caso. Con un par de miradas les bastó.

Hoy, doce combates y doce victorias después, Jonathan es uno de los púgiles españoles más prometedores. Si termina el año invicto como pretende le llegarán peleas importantes. ¿Dónde te ves dentro de cinco años? «Espero que haciendo otra entrevista como esta y con varios cinturones para enseñaros». Pues dicho queda.

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