Alberto González Lapuente

La ópera finolis y el reconocimiento de la zarzuela

«La zarzuela es historia, acervo, distinción y recreo. Además de una aspiración artística noble y honrada»

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Transpira emoción y compromiso la defensa que tantas personas están haciendo del Teatro de la Zarzuela, apoyando la continuidad y autonomía de algo que es singular, único e intransferible . Significa que, con independencia de las cuestiones administrativas y más concretamente de todas las laborales que se generen a consecuencia de la absorción por parte del Teatro Real, hay un pálpito de orgullo en torno a un género tradicionalmente maltratado .

La discusión sobre el arte elevado frente a otro más inmediato siempre ha sido evidente. Se observa en el desprecio hacia la zarzuela del que hace gala una intelectualidad que hereda muy viejas opiniones vertidas ya en el 98 , o en la mirada por encima del hombro de la ópera, tan socialmente prestigiosa que hasta los medios de comunicación han venido tratando con parcial asimetría lo que se hace en el Real y en la Zarzuela.

Conviene añadir el mantra de la vulgaridad, al que el propio género ha contribuido vistiéndose demasiadas veces de tópico. De la mezcla de todo ello, nace la falta de conciencia general hacia un corpus de obras que son imprescindibles a la hora de explicar la idiosincrasia española a lo largo de un siglo. La zarzuela es historia, acervo, distinción y recreo. Además de una aspiración artística noble y honrada.

En medio de la refriega y cercana la huelga, el ministerio llama ahora la atención iniciando los trámites para declarar a la zarzuela patrimonio cultural inmaterial. Lo mismo que desde hace años viene promoviendo un buen grupo de aficionados sin que se les tuviera en consideración.

En fin, que llegados a este punto, sería muy cómodo decir que bien está lo que bien debería acabar, sencillamente porque nada ha terminado. En el ínterin, el gesto político viene forzado por las circunstancias y con apariencia de acallar a quienes entienden, a falta de una más decidida y convincente explicación, que son muchos los flecos de una cesión que hoy, con voluntad constructiva, cabría calificar de poco transparente y con dudosas consecuencias en el futuro. Entre las que también hay que considerar la posibilidad de que sea la ópera finolis del Real, como nueva propietaria del Teatro de la Zarzuela, la encargada de recoger el reconocimiento al género costumbrista. Toda una ironía histórica.

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