Jay Kay, cantante de Jamiroquai, ayer durante su actuación
Jay Kay, cantante de Jamiroquai, ayer durante su actuación - EFE

El Cruïlla se crece con el regreso (a medias) de Jamiroquai

La banda británica, algo justa de fuerzas, protagoniza la multitudinaria primera jornada del festival barcelonés

BARCELONA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Apenas sí se movió, un caderazo para acá y otro para allá y unos cuantos amagos de arrancarse a bailar mientras la banda despachaba superfunk robotizado, pero a Jay Kay le bastó con activar las turbinas de Jamiroquai y juguetear con su sombrero de plumas metálicas y leds de colores para meterse al público del Cruïlla en el bolsillo. El británico llegaba algo tocado después cancelar algunas actuaciones tras someterse a una operación para intentar atajar sus problemas de espalda, así que el público que esperaba baile tuvo que conformarse con ver cómo se balanceaba enfundado en un chandal Hugo Boss mientras la banda intentaba que aquello arrancase.

No fue fácil -el sonido andaba haciendo de las suyas y los matices quedaban sepultados-, pero a fuerza de exprimir el retrofuturismo robotizado del reciente «Automaton» y de rescatar viejos éxitos como «Little L» y «Space Cowboy», los británicos acabaron haciendo del revival funk un asunto de masas.

En ocasiones, es cierto, se les fue la mano con los epílogos instrumentales y en otras daba la sensación de que llegaban un tanto justos de fuerzas, pero una vez superado un primer tramo en el que nada parecía encajar, el sonido empezó a brillar de verdad con «Cosmic Girl». Para cuando llegó «Superfresh» la noche había alcanzado ya velocidad de crucero y «Canned Heat» y «Love Foolosophy» no tuvieron más que salir a rematar la faena. Al final, la banda se despidió mientras el «Loser» de Beck atronaba por los altavoces, acaso un guiño a lo que podría haber sido -perder la corona del neofunk blanquito y espejado- pero que al final, para alivio de los asistentes, no fue.

Horas antes, mientras los eco de Youssou N’Dour y Ani Di Franco aún copaban las conversaciones de los asistentes, ya había quedado claro que el Cruïlla afrontaba una de sus ediciones más exitosas y multitudinarias, un arma de doble filo que puso a prueba su condición de festival diferente entre colas y atascos puntuales. Un mal (de momento) menor para una jornada eminentemente festiva por la que también desfilaron, renacidos y deliciosamente destartalados, Los Fabulosos Cadillacs. Los argentinos, infalibles a la hora de mezclar ska y rock latino, salieron dispuestos a armar un buen jaleo, pero tropezaron con unos problemas de sonorización que les obligaron a parar a mitad del concierto para reiniciar la consola de sonido. Nada grave: unos minutos de espera, el «Revolution Rock» de los Clash para volver a entrar en calor y explosión de rock latino y ska atropellado con momentos de altura como «Calaveras y Diablitos» y «Demasiada presión».

No hace mucho, los de Vicentico habrían sido la banda fetiche de un festival como el Cruïlla, pero ese lugar lo ocupan ahora nombres como The Lumineers, aplicados renovadores de las raíces folk que llenaron uno de los escenarios principales con sus canciones amables y sus himnos de proyección televisiva -sí, cayó «Hey Ho»-. Americana de diseño repleta de euforia y lecturas superficiales al cancionero de Dylan para alinearse con otro de los cabezas de cartel de la noche, esos Two Door Cinema Club que se reivindicaron como el sueño húmedo de cualquier festival. Ahí estaban los irlandeses, algo así como los parientes pop y despreocupados de Arcade Fire, despachando canciones en technicolor entre ritmos juguetones e hinchándose como un pavo real mientras rescataban viejos éxitos como «Something Good Can Work», «Cigarettes in the theatre» y «Undercover Martyn».

Ver los comentarios