John Banville: «Las mujeres deberían dirigir el mundo»

El escritor irlandés, uno de los más grandes de la literatura actual, publica «La señora Osmond», secuela de «Retrato de una dama», de Henry James

El escritor irlandés John Banville, fotografiado en un hotel de Madrid poco antes de la entrevista JOSÉ RAMÓN LADRA
Inés Martín Rodrigo

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Habrá quien considere una osadía, y hasta una temeridad, que un escritor coja «Retrato de una dama» , una de las mejores obras del siglo XIX, y se atreva a continuarla. Pero los grandes de la Literatura lo son por algo, riesgos incluidos. Y John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) es uno de los genios de la narrativa actual. En esta nueva proeza literaria, el premio Princesa de Asturias de las Letras –entre otros, muchos, galardones– vuelve a demostrar que, además, se divierte escribiendo. Lo cual, a sus 72 años, es envidiable. Admirador devoto de Henry James , al que considera su autor favorito, Banville se convierte en «La señora Osmond» (Alfaguara) en una especie de médium literario y devuelve a la vida a este clásico, con renovada intensidad feminista .

Antes de nada, me gustaría darle las gracias por hacer realidad uno de mis sueños literarios: poder leer la continuación de «Retrato de una dama».

Es algo que tenía en mente desde hacía mucho tiempo. Necesitaba alejarme de esa serie larga de novelas escritas en primera persona, de hombres con problemas, que se quejan en público… Pensé que había llegado el momento de escribir un libro, en tercera persona, que tratara sobre mujeres. No entiendo que haya gente que pensara que no puedo escribir sobre mujeres.

Pero eso es una tontería.

Sí, a mí me lo parece, pero dígaselo a algunos críticos (ríe)...

Es absurdo pensar que hay escritores que escriben para hombres y escritores que escriben para mujeres. Lo escritores escriben para los lectores.

Sí. Yo creo que lo que ellos pensaban es que yo no podía escribir convincentemente sobre mujeres. Pero los personajes más realistas y con más empatía de mis novelas son las mujeres.

De hecho, y no sé si estará de acuerdo, «La señora Osmond» es una novela muy feminista.

Sí, sí. «Retrato de una dama», de Henry James, es la primera novela feminista. Los escritores hablan de los libros en retrospectiva, pero cuando yo lo estaba escribiendo sólo quería escribir una novela; ahora es cuando veo que es feminista. Pero bueno, ¿qué significa el feminismo hoy?

Pues no lo sé.

Lo digo porque ya no sé si tiene algún sentido. Tenía sentido en los 60, pero ahora… En mi generación, las mujeres tuvieron mucha libertad en la guerra, trabajaban en las fábricas, y después tuvieron que volver a la cocina. Hollywood puso su granito de arena: Rock Hudson, el campeón de la masculinidad estadounidense, siempre tenía a alguien cocinando para él. Yo tengo grandes reservas sobre los 60.

¿Por qué?

Hubo muchos jóvenes que tuvieron muchas relaciones sexuales sin responsabilidad alguna. Recuerdo estar en Berkeley, en California, en el 68, y ver a esos jóvenes, con su sonrisa tonta…

A veces, demasiada libertad puede tener consecuencias negativas…

¡Eso es lo que quiero decir! Los hombres se acostaban con todo el mundo sin ser responsables, trabajaban, y las mujeres tuvieron que volver a la cocina. Pero esta nueva oleada de feminismo… no quiero ser optimista, pero creo que es diferente. Yo veo a mis hijas, son veinteañeras, y no me dejan que abra la boca ni diga nada que no deba decir; de hecho, me dan miedo (ríe).

¿Qué conversaciones tiene con ellas?

Una de las mejores cosas que me ha pasado como padre fue algo que me sucedió con mi hija, que por entonces tenía doce o trece años. Estábamos comiendo en un restaurante y pasó junto a nosotros un hombre que me dijo: «No sabe la suerte que tiene de poder mantener una conversación con su hija». Mantenemos esa clase de conversaciones. Pero no me pasan ni una (ríe). Cada vez que hago un comentario un poco irónico, me miran con una cara…

Así que son luchadoras.

Sí, sí, lo son, son muy combativas. En los 60, las mujeres eran luchadoras en un sentido defensivo; vosotras sois luchadoras ofensivas.

¿Ofensivas?

¿Qué entiende usted por ofensivas?

Activas, que pelean de forma activa.

¡Exacto! Y eso es maravilloso.

¿Está orgulloso de los avances de las mujeres, de sus hijas?

No puedo estar orgulloso, porque no tengo que ver con ello. Es algo que han hecho ellas. Estoy contento. Creo que el mundo deberían dirigirlo las mujeres.

Ojalá…

Los hombres llevamos muchísimos siglo haciéndolo y ahora os toca a vosotras. Pero habrá sangre…

¿Por qué?

Porque los hombres no van a renunciar al poder por las buenas. Nadie entrega el poder gratis.

Bueno, fíjese en el líder del mundo… Un hombre que no se caracteriza por tener mucho respeto a las mujeres.

¿Trump?

Sí.

Pero Trump no es el jefe, es algo pasajero, desaparecerá. Puede que gane otras elecciones, pero ese será su final.

Pero habrá consecuencias.

Todo tiene consecuencias.

Lo sé, lo sé.

En Estado Unidos hay una política de resentimiento. Cualquiera que se hubiera presentado contra Hillary Clinton, aunque hubiera sido un chimpancé, habría ganado. Porque pertenecía a una política antigua. Hablamos de Trump, de lo horrible que es, pero el marido de Hillary dijo: «Yo no he tenido relaciones sexuales con esta mujer». Lo que ocurre en la política estadounidense, que es muy peligroso, es que los políticos ni siquiera fingen no ser corruptos. Trump, por la mañana, en Twitter, dice lo que todo el mundo piensa. Y no estoy defendiendo a Trump, sólo digo que siempre ha sido así.

Es curioso, porque algo que ha provocado Twitter, las redes sociales, es que todo el mundo tiene una opinión sobre todo, todo el mundo sabe de todo.

Hay una frase muy buena en «Memorias del subsuelo», de Dostoievski. El narrador dice: «Estoy de acuerdo con que nosotros, la gente de los bajos fondos, nos mantengamos abajo. Pero llegará un día en que nos liberaremos y hablaremos, hablaremos y hablaremos».

¿Y ya ha llegado ese día?

Sí, todo el mundo está hablando, todo el mundo tiene una opinión, todo el mundo tiene algo que decir. Pero… a lo mejor así se mantiene la paz.

No lo creo.

Mire, yo tampoco.

Pero es optimista.

No, no soy optimista. Estoy intentando ser optimista. Mi mujer llama a las redes sociales redes incontinentes.

El problema es que los medios nos estamos contagiando de esa incontinencia verbal de las redes sociales.

Es un gran desastre, una catástrofe, que en nuestra época el periodismo haya perdido su autoridad. Lo bueno del periodismo es que no tiene opinión.

Así debería ser.

Claro. Los periodistas no tienen que asumir ninguna opinión, pero ahora todo el mundo tiene una opinión propia y la lanza.

Volviendo a «La señora Osmond»...

Oh, sí, es cierto, habíamos venido a hablar de la novela...

O no (reímos)... Lo que se desprende del libro es que se lo ha pasado bien escribiéndolo.

Bueno, lo pasé bien, la mayor parte del tiempo. Aunque depende de lo que cada uno entienda por «pasárselo bien».

¿Qué es para usted pasárselo bien?

Para mí es un privilegio pasarme la vida escribiendo frases. ¿Cuánta gente puede vivir haciendo lo que realmente quiere? La mayoría de mujeres se pasan la vida haciendo cosas que no quieren: cocinando, planchando… ¿Sabe esos hombres que presumen de no haber cambiado nunca un pañal? Tendrían que dispararles (reímos).

Primero fue Raymond Chandler, como Benjamin Black, y ahora es Henry James, pero como Banville. ¿Fue un proceso muy distinto?

No hay gran diferencia, porque yo tampoco soy Banville. No existe Banville, más que cuando escribo un libro.

¿Y quién es usted, entonces?

Soy un pequeño irlandés, sin consecuencia alguna en el mundo. De verdad. Lo único interesante es la persona que escribe libros. Soy un ciudadano, intento ser un buen padre, llevar una buena vida, pero eso no tiene mayor efecto que cualquier otra persona.

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