George Steiner, junto a Doris Lessing, en los premios Príncipe de Asturias
George Steiner, junto a Doris Lessing, en los premios Príncipe de Asturias - Jaime García
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«Presencias reales», Steiner y el hombre a cuatro patas

Ante la «muerte de Dios», el gran crítico literario se pregunta en «Presencias reales» por la pérdida de fe en la palabra, un modo de cultura en el que se basaba nuestra civilización

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Durante un semestre compartí aula en la Universidad de Ginebra con un docente que salía de su clase a las diez de la mañana, que era la hora en que entraba a impartir la mía yo. Durante cierto tiempo nos cruzamos intercambiando sólo unas palabras de cortesía más que de cordialidad. Supe después que aquel hombre, no demasiado alto, que -pese al claro origen alemán de su nombre o tal vez precisamente por ello, prefería como lengua franca el inglés o el francés a la suya propia- era George Steiner, el autor del que en mi juventud había leído su «Lenguaje y silencio» y a cuyo pensamiento siempre -como demuestra mi lectura de todos sus libros posteriores- me mantuve fiel.

«Presencias reales» es un título menos engañoso que el subtítulo que clarifica: «¿Hay algo en lo que decimos?» Porque esa es, entre otras muchas íntimamente relacionadas con ellas, la cuestión que se trata aquí. George Steiner muestra cómo desde el último tercio del siglo XIX -y entre 1870 y 1930 de manera especial- el lenguaje ha dejado de decir y, por lo tanto, también de significar. Lo explica cómo una consecuencia tanto de «la muerte de Dios» como de la atomización del mundo impuesta por las ciencias de la naturaleza y que, desde entonces, no ha dejado de extenderse también a las llamadas ciencias del espíritu.

Nihilismo

La relación entre «verba» y «res», entre palabra y cosa, en que se fundaba y fundamentaba toda la creencia en el «Lógos», dejó hace ya más de un siglo de funcionar. Y ello, mezclado con -o unido a- la disolución del yo, operada por Rimbaud, y al signo vacío de la poesía autista de Mallarmé conducen al nihilismo ontológico de Heidegger -a su «Nichtigkeit» al tiempo que todas estas propuestas- y, de modo especial, la de los dos primeros concuerdan «con las crisis del método y la metáfora en la ciencia moderna», como la epistemología y la lingüística de la «ausencia real» lo hacen con la física de los «agujeros negros», y como el fragmentarismo de la poesía y de las artes plásticas coincide con la física de las partículas y la especulación sobre la antimateria.

Para Steiner, «esta ruptura entre la palabra y el mundo constituye una de las pocas revoluciones del espíritu verdaderamente genuinas en la historia de Occidente y define la propia modernidad» (la cursiva es suya). El signo vacío es un emblema de nuestro tiempo, que puede definirse como la época del signo sin significado y del lenguaje sin significación, en el que, con la muerte de Dios, que era quien le confería fundamento, había perdido su fe en la palabra y, por lo tanto, también en un modo de cultura, que era en el que se basaba toda nuestra civilización.

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