William Gaddis, autor de «Su pasatiempo favorito»
William Gaddis, autor de «Su pasatiempo favorito»
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«Su pasatiempo favorito», William Gaddis pierde el juicio

Juicios, muchos juicios, hay en «Su pasatiempo favorito». Una sátira que le valió a Gaddis su segundo National Book Award y que demuestra que «Mr. Difficult» no lo es tanto

Madrid Actualizado: Guardar
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«Su pasatiempo favorito», cuarta novela de William Gaddis (1922-1998) -editada en Estados Unidos en 1994, traducida en 1995 por Debate y ahora rescatada por Sexto Piso-, tiene el que probablemente sea el comienzo más citado en toda la obra del autor: «¿Justicia? La justicia se encuentra en el otro mundo. En este lo que hay son leyes». Y las casi setecientas páginas que siguen no son otra cosa que la exhaustiva y extrema y exasperante puesta en práctica de semejante teoría, así como su definitiva e incontestable evidencia y afirmación y veredicto más allá de toda duda. Porque el peso de la prueba es abrumador. «Su pasatiempo favorito» también es muy graciosa por todas las razones correctas para el lector e incorrectas para los personajes, cuyas tribulaciones tribunalicias oscilan entre el procesal Franz Kafka y el lector de contratos Groucho Marx.

Todo comienza con un «little big bang»: el accidente doméstico/automovilístico del egocéntrico profesor Oscar Crease, atropellado por su propio automóvil, sin chófer al volante, por cortesía de un cortocircuito. Y ese es tan solo el inicio de los posibles legajos. Porque Oscar también está seguro de que el productor de cine Constantine «Jonathan Livingstone Siegal» Kiester le ha plagiado una obra de teatro inédita sobre un episodio difuso y familiar (de su familia) en la batalla de Antietam de la Guerra Civil para una película «trash»-histórica. También hay un perro atrapado y muerto por una escultura caída y convertido en símbolo pop. Enseguida se empiezan a acumular los abogados. Y no: esta no es una de John Grisham o de Scott Turow o de Michael Connolly. Tampoco es «La hoguera de las vanidades», de Tom Wolfe, o, más cerca, «Una singularidad desnuda», de Sergio De la Pava; pero sí remite al infernal y laberíntico «thriller» legal que es «Casa desolada», de Charles Dickens.

Arma arrojadiza

Más allá de otros expedientes y casos, «Su pasatiempo favorito» -como todos los libros de Gaddis- es, de nuevo, un libro sobre el lenguaje. Sobre su articulación y desarticulación. Lenguaje como acusación y paranoia y virus burroughsiano y ruido y jerga y «slang» y galimatías y jeroglífico jurídico. Lenguaje como arma arrojadiza en la que todos hablan y nadie escucha y todos objetan y no dan lugar, mostrándose más ciegos que esa estatua sosteniendo esa balanza. Y -hay unos dieciocho litigios aquí; como el de la Iglesia Episcopaliana contra la Pepsi-Cola por usar su nombre como anagrama- todos demandan y son demandados. Incluido el lector por el muy demandante Gaddis. Pero, años antes, Gaddis ya lo había advertido y dejado muy claro, como defensa y confesión, en su entrevista para « The Paris Review»: «Bueno, si el trabajo no me resultara difícil, lo cierto es que me moriría de aburrimiento».

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