Las Marismas fueron la cantera del mundo rural del Nuevo Mundo
Las Marismas fueron la cantera del mundo rural del Nuevo Mundo - ABC
LA HUELLA DE ESPAÑA EN EE.UU.

La trastienda de Hollywood: Marismas del Guadalquivir

En el segundo viaje, Colón quiso llevar corceles a América, pero le dieron el cambiazo y transportó caballos de las marismas, mejores para sobrevivir en un clima duro

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El almirante Cristóbal Colón, flamante descubridor del Nuevo Mundo, preside el alarde de objetos que le presentan para embarcar en las diecisiete naves de su segundo viaje, el que ha de sentar las bases del poblamiento de América por parte de España. Pasa revista a plantas, semillas, cerdos, vacas y utensilios diversos, todo el bagaje de la cultura occidental que ha de trasladarse a América. Y entre ello, diez caballos y diez yeguas, soberbios ejemplares hispano-árabes de planta lucida que le presentan los tratantes sevillanos, y a los que Colón otorga su aprobación.

Pero el día del embarque el Almirante enferma. Y esa leve indisposición va a revestir capitales consecuencias sobre la América rural. Porque los pícaros tratantes ven la oportunidad de dar el «cambiazo». Y en lugar de embarcar los costosos corceles del alarde, cuenta la historia que subieron a bordo unos «matalones», es decir, unos ruines pencos.

Pero la investigación posterior ha revelado que no eran tales matalones, sino caballos recogidos en las Marismas del Guadalquivir, que antes llegaban hasta las puertas de Sevilla. De modo particular, los caballos de Retuerta de las Marismas, de escaso alzado, ariscos y de rústico aspecto. Pero son sufridos e insuperables en la brega diaria y, sobre todo, están hechos a vivir en un ambiente exigente como la marisma, despoblada de árboles y sometida a un clima muy severo, tórrido y extremadamente seco en verano.

Como en casa

Pero van a encontrar una réplica precisa y agigantada en las planicies americanas de la Pampa, los Llanos, el Chaco, la Patagonia, los páramos mejicanos o las llanuras de Arizona, Texas o Nuevo México, tierras extremas donde los delicados caballos del alarde colombino hubieran sucumbido en pocas semanas, pero donde los caballos marismeños se encontraron como en casa, propagándose por el entero continente americano.

Y con los caballos se exportó íntegramente el modelo del manejo del ganado a caballo de las Marismas, de tal forma que el llanero venezolano, el gaucho pampero, el charro mexicano o el huaso chileno son herederos directos del jinete andaluz de las Marismas del Guadalquivir. Y, por descontado, lo son el cowboy y el indio a caballo. Porque cuando los angloamericanos ocuparon el Oeste de los Estados Unidos, orillaron su habitual modelo de granja, heno y establo, y adoptaron el esquema ecuestre y ganadero español.

Y ese modelo pasó al cine de Hollywood en las películas del Oeste, el western, y se exportó al mundo como producto genuinamente norteamericano, sin que haya en él un solo elemento que no sea originario de las Marismas: El caballo, la montura, los arreos de cuero, los zahones, el sombrero, las botas, las espuelas, el lazo, el traslado de reses, el rodeo, el vocabulario vaquero, el marcaje a hierro… hasta el punto de que cabe afirmar, sin ápice de error, que John Wayne es un vaquero de las Marismas del Guadalquivir, con pistolas. Y en cuanto a los indios, pasado el deslumbramiento que les produjo la visión inicial de los caballos, que no existían en América desde tiempos inmemoriales, se dedicaron a robarlos de las caravanas, ranchos y pueblos españoles, aprendieron a montarlos y se convirtieron en insuperables y peligrosos jinetes. Ellos fueron también jinetes marismeños. Y otros caballos se escaparon y se asilvestraron, dando origen a los famosos mesteños o «mustang».

Y no solo fueron los caballos. Las vacas marismeñas, llamadas mostrencas, de cuerno ancho, también viajaron a América, y al encontrarse con unas extensiones parejas a las suyas como las del Suroeste de Estados Unidos, sin cercas pero pobladas de pumas y lobos, por selección darwiniana evolucionaron rápidamente para defenderse de semejantes predadores, alargando la cuerna hasta convertirse en las afamadas longhorn texanas, proceso que luego acentuaron los criadores americanos. Y también la oveja churra de la marisma se exportó a Norteamérica, siendo rebautizada allí como «churro», entrando en conflicto con las vacas a cuenta de los pastos. Ganaron la partida las ovejas, pero Hollywood las marginó, en beneficio de los más cinematográficos rebaños de vacas.

Lo hemos olvidado

Resulta asombroso que esto no se sepa, pero es así, y los propios españoles hemos llegado a creer que el mundo que pinta el cine del Oeste de Hollywood es norteamericano, cuando es andaluz. En un periódico de Almonte, capital de las Marismas, se llegaba a decir que en las Marismas se maneja el ganado «al estilo americano».

En las Marismas del Guadalquivir, hoy en el Parque Nacional de Doñana, pacen aún los caballos de Retuerta, las vacas mostrencas, las churras… Aún se maneja el ganado a caballo, se marca a hierro, se hace el rodeo anual de ganado…. Son pues las Marismas una joya no solo biológica, sino cultural, porque ellas fueron la ubérrima cantera del mundo rural de las Américas.

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