SAN FERNANDO

Hagan juego

Ir a la Feria significa hacer una parada en la tómbola, montarse en los cacharros y comer algoEn cada jornada de una familia isleña se deja más de 50 euros entre atracciones, cenar y bebidas

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Resulta complicado no caer en la tentación de probar suerte. Desde lejos parece sencillo, además el riesgo es mínimo, uno, dos o como mucho cinco euros. A partir de ahí ya hay premio seguro con lo cual tampoco está tan mal. Además entre los dardos y los globos la distancia no es tanta, hay muchos turrones ahí puestos para que no caigan los 20 céntimos, el portero va muy lento y el truco es tirar cuando está en el sitio porque al llegar la pelota ya no está. Reflexiones que se hacen delante de los juegos de habilidades, sin embargo la mayoría se van sin nada bajo el brazo y con la convicción de que el dicho «la banca siempre gana» nunca tuvo tanta razón. Y ante todo esto, ¿cuánto dinero se gasta en la Feria?

«Mejor no pensarlo». Es la respuesta que más se repite. Aunque son pocas las familias que dan una cifra exacta casi todas dicen con un tono de angustia «más de 50 euros fijo y de ahí...». Y de ahí hasta que no quede más en el bolsillo y es que ya que se va al recinto resulta imposible no montar a los niños en más de una atracción, no tomarse un helado, unos buñuelos, un refresco, unas patatas y eso después de haber cenado en una caseta tras haber comprado algo en los puestos de comida rápida a los más jóvenes.

Todo lo anterior significa meter la mano en el bolsillo o en el bolso para sacar la cartera, que al dejar las luces atrás está prácticamente vacía. Claro que cada uno tiene sus pequeños trucos para ahorrar. «Traigo lo que traigo y cuando ya no hay más pues para casa. Además no podemos ir todos los días a la Feria porque sería una ruina», expone Elena Sánchez que también tiene un pacto con sus mellizos, «ellos saben que solo pueden montarse en dos cacharros cada vez que venimos», claro que ellos también se las ingenian, «porque al final siempre ven a algún familiar que da algo para montarse en algún cacharro más o tirar a las escopetas».

En las casetas cuelgan carteles con reclamos como «precios anticrisis», «los mejores precios», «los más baratos», mientras que en las calles se puede ver la habilidad de los padres y las madres a la hora de esquivar con el carro a las personas que van con globos y pistolas que lanzan pompas. En algunas ocasiones se pueden observar pequeñas persecuciones. A veces se logra el objetivo de no gastar más y a veces no.

En estos últimos días el recinto no se ha visto tan lleno como en el primero, que era el Día del Niño. Ante la gran acogida que tuvo, desde el Ayuntamiento se está planteando la posibilidad de que el año que viene haya dos jornadas así en el calendario de Feria, una posibilidad que tan solo está sobre la mesa. Aunque lo cierto es que ha sido muy positivo y lo han agradecido tanto los consumidores como los caseteros.

En cuanto a los jóvenes siguen siendo fieles a su cita con el paseo de La Magdalena. Sale mucho más rentable el botellón que el beber en las casetas y luego cada cual lo hace como puede. Hay quien utiliza pequeñas botellas de plástico con la bebida alcohólica dentro para mezclar con un refresco en el interior, o incluso ya combinada. Aunque lo más habitual es apurar lo máximo en el paseo. «Yo prácticamente no me gasto nada más que el botellón. Luego vamos a las casetas a bailar y siempre consigo que alguien me invite si me entra sed», expone María Ortiz.

Y al enfilar el camino a casa de nuevo se pasa por puestos y para hacer el regreso más liviano nada mejor que un piñonate, un juguete para que los hijos se queden tranquilos o un probar suerte por última vez. A veces el premio sale más caro que lo invertido, en otras es al revés. Entre pillos anda el juego. Se gane o se pierda todos se consuelan. «Bueno se viene a pasárselo bien y claro que hay que mirar por el dinero pero si no te sueltas un poco no disfruta. Lo bueno es que hemos pasado un buen rato con los amigos y visto disfrutar a mi niña», dice Antonio Prieto. Y esos momentos sí que no tienen precio.