Sociedad

Mayte Carrasco: «Occidente va a pagar cara su tibieza en Siria»

La periodista aborda en 'Espérame en el paraíso' la evolución de las personas en el «microcosmos» que es una guerra

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Homs. Cuatro letras sinónimo de crueldad, barbarie, asedio y guerra. Cuatro letras que conformaban la tercera ciudad más grande de Siria tras Damasco y Alepo y que ahora es un montón de ruinas tras dos años de bombardeos por parte de las tropas de Bashar el-Asad. Una ciudad en la que Mayte Carrasco (Tarrasa, 1974) entró después de arrastrarse por tres kilómetros de alcantarillas. Una ciudad que le cambió la vida a esta periodista y corresponsal de guerra -recibió hace días el premio Iris de la Academia de Televisión- y que le provocó un sentimiento de culpa por haber salido de esa cárcel de bombas y escombros. «Cuando volví de Homs me tiré un año llorando y otro escribiendo del impacto de lo que estaba pasando ahí», explica.

Esa producción delante del ordenador se convirtió en una novela, 'Espérame en el paraíso' (Plaza & Janés), un formato donde Carrasco encontró el acomodo para poder expresar qué sienten los sirios que se han levantado contra el dictador. «Cuando conté la guerra desde el ángulo periodístico -en el ensayo 'Estaré en el paraíso' (Debate)-, sentí la necesidad de contar como ser humano los sentimientos de la gente, las causas de que cojan las armas o las venganzas. Eso no se puede contar en un ensayo o en un vídeo. Por eso elegí la novela de ficción», afirma Carrasco. Recuperó a Yulia, la reportera de 'La kamikaze', su primera novela, que acude a Oriente Próximo a cubrir otra guerra tras Afganistán. Pero en Siria, además de empotrarse con los rebeldes, encontrará el amor en Omar, un apuesto sirio, musulmán y activista revolucionario, amante de la poesía en árabe que recita sin cesar.

Una relación que mostrará las dos visiones tan diferentes del ver el mundo y cómo, a pesar de los siglos de convivencia, los muros de incomprensión son demasiado altos. «El mundo musulmán está más estigmatizado porque cada vez hay más racismo y radicalismo en nuestra sociedad. Son barreras por la falta de educación, sobre todo», reflexiona Carrasco, quien también culpa a internet de participar en la construcción de este muro. «La red no ha acercado a la gente, sino que la ha alejado. Internet ha hecho que este encuentro de los dos mundos sea más rápido, sin evitar el choque, sin comprender al otro. Todo parece muy simple, pero no lo es», apunta.

Esa simpleza provoca que los términos se entremezclen y que gran parte de los rebeldes sean considerados como radicales islámicos. «Hay grados de yihadistas. A algunos no les importan tu religión, ni quieren imponer la 'sharia'. Sólo quieren combatir contra la dictadura. Luego están los señores de Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que secuestran periodistas y quieren imponer un estado islámico. Y los yihadistas moderados están combatiendo ahora mismo al EIIL en el norte de Siria. Y nadie lo dice. El número de bajas que están teniendo es brutal», argumenta Carrasco. Esta simplicidad en la categorización de los combatientes es «un triunfo de El-Asad», que ha jugado con el miedo de Occidente a los radicales islámicos.

Preparación

Porque si algo ha tenido el reelegido presidente sirio es tiempo para prepararse tras las revueltas de Libia, Túnez o Egipto y elegir muy bien sus pasos. «El radicalismo árabe le ha funcionado muy bien. En 2011 abrió las cárceles y sacó a todos los terroristas islámicos porque sabe cuáles son los temores de los occidentales», argumenta la periodista. Ese miedo, unido a las presiones de Rusia -un país que, «desde la invasión de Georgia en 2008, sabe que puede hacer lo que quiera»- e Irán, ha provocado que los países occidentales no haya intervenido. «Aquí no tenemos ni franceses, ni ingleses ni americanos», dice uno de los rebeldes de la novela de Carrasco, que expresa la sensación de abandono que tienen los rebeldes. «El abandono lo vamos a pagar caro. Hemos mirado hacia otro lado, con 200.000 muertos y la crisis más grave del siglo XXI», comenta.

Esas consecuencias ya se ven en Irak, con el EIIL luchando con el Ejército y los kurdos instaurando de facto un Estado propio en el norte del país y El-Asad manteniendo una guerra de baja intensidad desde su «trono» en Damasco.