Antes. La imagen presentaba diversos daños. :: LA VOZ
Chiclana

El Patrón recupera la estampa del XIX después de seis meses de restauración

La intervención acaba con los males que achacaban a la valiosa talla del San Juan y dibuja nuevas hipótesis sobre su antigüedad

CHICLANA. Actualizado: Guardar
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Venido de la noche de los tiempos, el patrimonio artístico siempre tiene algo de oculto, de desconocido. Habla de tiempos pasados, de sociedades pasadas, de momentos vividos. Es ese patrimonio intangible, ligado a una obra de arte el más de difícil de materializar, proteger y conservar. Quizás por ello, cualquier tarea que sirva para arrojar luz es siempre bienvenida. Y precisamente si algo tiene que destacar la intensa restauración a la que ha sido sometida el Patrón de Chiclana en los seis últimos meses es ese afán: el investigador y divulgativo.

Durante la tarde de ayer quedó desvelado el secreto mejor guardado por la Asociación Parroquial San Juan Bautista: el estado final de la intervención en la imagen del XVIII, después de un intenso trabajo de la restauradora Carmen Arias. Para la chiclanera no ha sido un trabajo más. Ella misma se encargó de desvelar ayer en una conferencia las líneas de una restauración que se ha guiado por criterios científicos. El punto de partida, tal y como reconoció la propia Arias a este medio, era frenar el deterioro en una talla que se encontraba «mal».

De hecho, la imagen presentaba pérdidas de policromía, desensambles, repintes y una importante suciedad, fruto de la ausencia de conservación. «Si es necesaria restauración, es que no ha habido conservación», explicaba Arias en referencia a los años previos a la existencia de la asociación y del resurgimiento del culto al Santo. Esta combinación de «paso del tiempo, falta de conservación y de intervenciones artesanales» llevó a la necesidad de una intervención que se realizó en dos fases, debido a las dificultades económicas. La primera se realizó en 2012 y atajó los daños más urgentes con lo que se consiguió estabilizar el estado de conservación. En la segunda, presentada ayer y de mayor calado, se ha realizado una limpieza mecánica (tanto de bisturí como química) que ha eliminado capas de barnices oxidados que ennegrecían a la imagen. También se han corregido los desensambles del soporte con el encolado. Por último, se ha reintegrado la preparación de estuco y la policromía. Todo ello, guiado por el criterio de «la mínima intervención y el uso de tratamientos reversible y compatibles», como recordó Arias.

Pero si hay algo por lo que se ha caracterizado esta restauración es por la intensa fase indagación, documentación y pruebas a las que ha sido sometida la imagen y que ha descubierto nuevos datos. Así, se realizaron pruebas de Rayos X, fluorescencia, endoscopia y microscopia digital. Gracias a ellas, se sabe que la imagen está realizada en cedro y que la policromía actual procede de una intervención realizada por un taller valenciano en 1892, poco después de ser donada por el obispo Calvo y Valero, procedente del convento de Santo Domingo de Cádiz.

Esa intervención, la del XIX, es la que ahora se puede apreciar en la imagen, ya que era la que se encontraba en mejor estado. Sin embargo, «existe un estucado y policromía más antigua, probablemente la original», explica la restauradora. Todas las intervenciones posteriores como repintes o clavos han sido retiradas, a excepción de los corchos que se colocaron en la peana y que no san podido retirar, debido a que la capa inferior (con restos azul verdoso) no se encontraba al completo.

Todas estas indagaciones llevan a Arias a pedir a los historiadores «una revisión más profunda sobre la historia del santo». Actualmente, está atribuida a Francesco Galleano y fechada en el siglo XVIII. Sin embargo, las pesquisas de Arias, guiadas por investigadores locales, la llevaron a descubrir el contrato de compra de una capilla en Santo Domingo. En ella el comerciante vasco Juan de Ochoa y Suazo la adquiere para «poner retablo y santo de su devoción», según figura en unos documentos de 1665. Eso lleva a plantear la posibilidad de que la imagen sea aún más antigua y no del escultor genovés. Una nueva línea de investigación que se abre después de esta intervención. Pero Arias es clara: «Eso ya lo dejo en manos de los historiadores, yo soy restauradora y mi trabajo aquí ya ha concluido».