Una fiesta marcada por los malos tratos

El padre de Ana González, la profesora de Primaria asesinada por su expareja en Toremolinos el pasado miércoles, guardó ayer un minuto de silencio en memoria de su hija. El dolor le impedía articular palabra, sin embargo, fue muy claro en el breve mensaje que transmitió ante las cámaras. No deseaba la muerte del agresor de su hija. Al contrario. Quería que viviera y recordara cada día entre rejas a su hija muerta. Es un sufrimiento en vida más duro que la propia muerte. El marido de la chiclanera Josefa Guerrero no vivirá para sufrir esta pena. Tampoco la pareja de la mujer hallada muerta junto a su hija en la urbanización de Sotogrande el pasado miércoles. El primero de ellos se quitó la vida con un tiro en la cabeza tras asesinar a su mujer y el segundo apareció ayer muerto en el calabozo mientras aguardaba turno para declarar ante el juez por la muerte de su familia. Este es el macabro escenario que ha precedido al Día Internacional de la Mujer que se celebra hoy. La violencia machista no cesa. Es una lacra que se extiende como la gangrena y que, pese a los anuncios no sexistas y las campañas de concienciación, sigue latente en nuestra sociedad. Los celos y ese sentimiento de propiedad ancestral juegan en contra. Por ello es necesario, una obligación si cabe, combatir este fenómeno desde pequeño. Los colegios son el primer laboratorio para educar en igualdad y formar sin complejos. Algo no estamos haciendo bien cuando el fenómeno de la violencia de género sigue latente. Los profesores y los monitores saben que los adolescentes están en riesgo y es cada vez más frecuente la sensación de posesión que evidencian algunos jóvenes sobre sus parejas a través de las redes sociales. La celebración hoy del Día de la Mujer está teñida de luto y es clave demandar también en el seno de la familia una educación en valores.