CÁDIZ

SIETE AÑOS MÁS VIEJA

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Consumado por fin lo que era un secreto a voces, que el PP provincial se ha cargado a Enrique Moresco, mucho me temo que es posible que nunca sepamos las verdaderas causas de su salida como alcalde de El Puerto. Las siempre socorridas «causas personales» no encajan en este caso. Ese mismo tópico esgrimió Griñán cuando dejó la presidencia de la Junta de Andalucía, pero en su caso sí había trasfondo, más allá de que antes o después iba a ser imputado por la jueza Alaya en el caso de los ERE.

Sin embargo, es obvio que la precipitada llegada de Alfonso Candón al sillón de la Alcaldía esconde detrás varios motivos y no los puramente electorales. De ser así, de buscar simplemente un revulsivo de cara a la urnas, la transición se podría haber planeado de una forma menos abrupta, sin necesidad de dar pie a la posible apertura de una crisis interna. No hay buena sintonía con un político que venía de Independientes Portuenses y al que algunas lagunas de su gestión le han marcado de forma definitiva.

En cualquier caso, lo que al portuense de a pie le interesa no son los problemas internos del Partido Popular, sino la situación en la que queda su ciudad casi ocho años después de la llegada de Moresco a la Alcaldía.

Lo mejor que se puede decir de él es que, al menos de cara al ciudadano, ha logrado sacar al municipio de esa espiral de escándalos en la que lo metió su antecesor, con diversas causas pendientes por corrupción. A Moresco no se le conoce escándalo alguno, lo cual no debiera ser ningún mérito. La honradez, como al cura la castidad, se le presupone, aunque en estos tiempos que corren es mucho presuponer. Sin embargo, y sin olvidar que le ha tocado gestionar la ciudad en plena época de crisis, es obvio que El Puerto, en estos últimos siete años, apenas ha avanzado. Ni urbanísticamente, más allá de la aprobación del PGOU y de una pasarela sobre el río, ni social, ni empresarial ni turísticamente. Probablemente uno de los grandes retos históricos de El Puerto es convertirse en uno de los grandes referentes turísticos de la Bahía. Tiene toda la potencialidad para ello, pero no arranca. Ni tan siquiera ha podido reflotar el Vaporcito. Y socialmente, siguen exactamente igual los focos de marginalidad que elevan la tasa de delincuencia por encima del resto. Ningún avance por ahí tampoco. El Puerto se ha estancado. Quizá aún más que sus poblaciones vecinas. Y hoy por hoy, siete años más tarde, simplemente la ciudad está más vieja.