Un hombre besa el retrato de Madiba. :: KAI PFAFFENBACH / REUTERS
MUNDO

El adiós a Mandela desnuda a los hipócritas

La lluvia y un protocolo ajeno a las tradiciones culturales restó público a la ceremonia que reunió a un centenar de líderes mundiales en Sowerto Obama denuncia a los líderes que «se dicen solidarios pero no toleran la oposición de su propio pueblo»

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Barack Obama impartió una lección, pero no de política sino de gramática, durante su intervención en el acto fúnebre celebrado ayer en memoria de Nelson Mandela, ya que las declaraciones del presidente estadounidense parecían aludir al fenómeno de los 'falsos amigos', esas palabras y frases que suenan igual, pero quieren decir algo diferente en función del idioma al que pertenezcan. Algo similar ocurre con los vocablos integración, reconciliación y derechos humanos cuando proceden del difunto Nelson Mandela y son repetidos por algunos de los peores dictadores africanos y del resto del mundo presentes ayer en el Estado FNB de Soweto. «Hay muchos dirigentes que se dicen solidarios con el combate de Nelson Mandela por la libertad, pero no toleran la oposición de su propio pueblo», aseguró Obama.

Robert Mugabe, uno de los potenciales aludidos, pudo desquitarse con el caluroso recibimiento que le prodigaron los más de 65.000 asistentes a la ceremonia, tres cuartas partes del aforo del recinto. El pasado del presidente de Zimbabue como veterano luchador contra un régimen segregacionista similar al sufrido en Sudáfrica parece explicar este respaldo. Posiblemente, no se hallaban presentes entre la multitud muchos de los tres millones de inmigrantes zimbabuos que abandonaron su tierra, víctimas de una estrategia económica desastrosa, y se hallan ahora en situación ilegal en Sudáfrica.

La aceptación del público resultó muy diferente en función de los oradores, lo que invita a pensar en una interpretación cargada de sentimiento. Los aplausos recibidos por Winnie Mandela parecían redimirla del ostracismo sufrido por su implicación en el secuestro de cuatro jóvenes y la muerte de uno por su guardia privada, y reconocieron su propia lucha personal contra el 'apartheid', saldada con prisión y destierro. Uno de los momentos claves del acto fue su abrazo con Graça Machel, última mujer de Madiba y la única en el mundo que puede ostentar la condición de haber sido la esposa de dos padres de la patria de dos países diferentes, Sudáfrica y Mozambique, y de perfil político completamente opuesto.

Un día laborable

La lluvia y el hecho de que el día de ayer fuera laborable deslucieron un homenaje que se preveía multitudinario y en el que tomaban parte un centenar de jefes de Estado y gobierno procedentes de todos los continentes. Los asistentes acudieron hasta las puertas del centro varias horas antes de que comenzara la ceremonia, pero la atención fluctuó por las inclemencias del tiempo y la rigidez de un protocolo excesivamente formal para el gusto de la concurrencia y ajeno a los signos culturales de la población.

La contradicción, tan frecuente en todo este largo programa de homenaje al fallecido líder, se volvió a manifestar poco después de que el público cantara el 'Nksosi Sikelele', el himno nacional, compuesto en cinco idiomas, incluidos los indígenas, el afrikaans y el inglés, y que apela a la unión. Una parte del Estado coreó el 'Umshini wan', la canción del brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA) y que llama a coger las metralletas, un eslogan que ha solido cerrar los mítines más entusiastas del sucesor de Madiba.

La participación del siempre sereno secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, bien acogido por la concurrencia, simbolizó la de todas las agencias humanitarias y organismos no oficiales que comulgan con los ideales del expresidente fallecido el jueves. «Fue más que un líder de su país», señaló. «Fue una de las grandes enseñanzas de la Historia, alguien que predicó con su ejemplo», dijo, y recalcó su lucha contra la desigualdad. «Era enemigo de la injusticia, odiaba al odio, no a las personas».

Abucheos al presidente

La lucha a favor de la igualdad también fue el lema de Dilma Roussef, la dirigente brasileña, mientras que Raúl Castro puso el acento en su contribución a la paz y la defensa de la igualdad entre todos los seres humanos. El apretón de manos entre el mandatario cubano y Obama marcó uno de los momentos relevantes de un funeral que transcurrió desprovisto del carácter festivo que se preveía.

La respuesta del público se tornó en abucheos cada vez que la figura del presidente sudafriano, Jacob Zuma, se asomó a las pantallas y también a lo largo de su extenso parlamento, en el que definió a su antecesor como un «luchador por la libertad». Las peregrinas opiniones de Zuma sobre el sida, la inconveniencia de que las mujeres permanezcan solteras, el destino infernal de aquellos que no le concedan su voto y, sobre todo, su presunta implicación en casos de corrupción han arruinado la imagen del candidato del CNA para las elecciones de 2015. La fidelidad del voto nativo, la falta de rivales de envergadura y el clientelismo son ahora sus principales bazas para la reelección dado su escaso carisma personal.

La participación del combativo arzobispo Desmond Tutu cerró el programa con la advertencia a los presentes de que no les daría su bendición si no prometían seguir el ejemplo de Mandela. Detrás de él se desplegaba la elite política africana. El Premio Mo Ibrahim recompensa anualmente la excelencia en el ejercicio de la gobernanza en el continente. La fundación que lo reparte le concedió un premio especial al clérigo por «decir la verdad al poder» y ha dejado desierto el galardón dedicado a las autoridades escrupulosas por cuarta vez en los últimos cinco años.