EL RAYO VERDE

DESMONTANDO A ALAYA

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Media Sevilla espera ansiosa que la instrucción de Alaya se derrumbe como un castillo de naipes y la otra media aguarda un auto de fe con toda la nomenclatura de la Junta en fila, camino de la pira. La prosa de Alaya es desmenuzada por sus hermeneutas a cada texto legal que prodiga y se buscan indicios, señales, fragmentos para refrendar las trincheras.

Ella debe saberlo y se complace en alimentar el morbo. No se privó, al acabar de dictar el último auto, en el que volvía a imputar a Magdalena Alvarez, de presumir de su trabajo y reclamar su espacio: «este equipo, ellos y yo, necesitamos calma para afrontar esta última etapa de trabajo y estudio, para encajar los cambios que puedan producirse todavía en el desarrollo de la instrucción y poder en suma culminar con dignidad el trabajo que iniciamos hace menos de tres años 'unos pocos incansables'», y entrecomillaba este calificativo, incansable, que sin duda es ajustado. Hay quien no deja de notar cierto misterio en el inicio del párrafo, «este equipo, ellos y yo». ¿Quién más? ¿Los agentes de la UCO, su secretaria judicial? Tan celosa como ha sido de su independencia, ha sorprendido el plural de su aserto.

Alaya además se recrea en jugar con las expectativas de que el final se acerque. Queda poco, sí, pero antes hay que hacer una serie de pruebas, y las relata, que enfrían la premisa previa. Falta más de lo que vosotros quisiérais, viene a decir. Y, desde luego, ni pensar en mandar la causa al Supremo.

Además, ha llamado la atención la contradicción que supone que la jueza tenga ya tantas conclusiones establecidas sin haber recibido aún el informe de la Intervención General del Estado, que considera «imprescindible, en primer lugar para entender el proceso, cómo se inició, cómo se desarrolló, su idoneidad o su ilegalidad, y en segundo término para individualizar en su caso las conductas presuntamente delictivas de aforados y no aforados». Así lo dice ella misma en este último auto.