La escritora Julia Navarro, en San Petersburgo, ciudad en la que presentó su nueva novela. :: R. C.
Sociedad

«¿Hay que disculparse por vender millones de libros?»

'Dispara, yo ya estoy muerto', quinta novela de la popular autora, es un viaje esperanzado de la revolución bolchevique a la primavera árabe Julia Navarro Escritora

SAN PETERSBURGO. Actualizado: Guardar
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Con seis años leía 'La dama de las camelias' a su abuela costurera. Con doce había devorado 'El conde de Montecristo'. La adolescente que soñaba con ser bailarina entre 'Madame Bovary' y 'Ana Karenina' lleva una década facturando 'long-sellers'. Julia Navarro (Madrid, 1953) ha vendido más de cinco millones de libros y no piensa disculparse por ello. Vuelve a la carga con 'Dispara, yo ya estoy muerto' (Plaza & Janés). Recorre en un millar de páginas parte de los horrores del sigo XX, de la revolución bolchevique al enquistado conflicto árabe-israelí, para romper lanzas en favor del dialogo, la amistad y la empatía. «Estamos obligados a entendernos», resume su viaje de un siglo a través de dos sagas familiares confrontadas que confluyen en Tierra Santa. Comienza en San Petersburgo, donde la escritora presentó su quinta novela, con escalas en Jerusalén, Varsovia, Toledo, Madrid y París.

-No hay quinto malo. ¿Es la mejor novela de Julia Navarro?

-La más complicada, costosa y difícil. Con 'Dime quién soy' hubo una ruptura y continúo en esa línea.

-Celebra la amistad y a la solidaridad a lo largo del terrible del siglo XX.

-No es política ni histórica. Refleja cómo los humanos venimos al mundo con un 'pack' que no pedimos: una religión, unas coordenadas socioeconómicas, familiares y geográficas determinantes. Es orteguiana. Explora cómo las circunstancias determinan nuestras vidas y Oriente Medio es casi el paradigma. Es una novela de personajes, de seres humanos en un laberinto, enfrentados a sus circunstancias que marcan la existencia o destroza millones de vidas. Hay dos familias confrontadas, obligadas a ponerse los zapatos del otro como única vía para comprenderse.

-¿Ningún personaje tiene las riendas de su vida?

-Nadie es dueño de su destino. Otros han escrito el guion y somos a menudo actores involuntarios de acontecimientos en los que no tenemos ni voz ni parte. Somos libres en apariencia para tomar las riendas de la vida y cambiarla. Pero romper con las circunstancias y el entorno es difícil. Genera angustia y no sabemos cómo hacerlo. Eso está en la novela.

-Se remonta varias generaciones para buscar las raíz del conflicto árabe-israelí.

-Inglaterra y Francia trazaron tras la Primera Guerra Mundial un mapa de Oriente Medio que están pagando con sangre millones de humanos. Otros decidieron su futuro. Están condenados a entenderse y vivir juntos. Han de aceptarse o acrecentarán su sufrimiento.

-Abomina del término 'best-seller'. Prefiere hablar de 'long-seller'.

-Tiene una connotación peyorativa. 'Long-seller', no. ¿Un 'best-seller' es un libro que se vende y que se supone que por eso ha de ser malo? ¿Lo son 'El nombre de la rosa' o 'Las memorias de Adriano? ¿Cien años de soledad? ¿Hay que pedir perdón por vender millones de libros? No. Es un prejuicio. Léame y valore, pero no me prejuzge ni me critique por vender muchos libros.

-¿Qué le han enseñado sus lectores?

-El camino. Son más sagaces que yo. Muy generosos. Tienen la última palabra y hay que plegarse a su criterio. Me gusta que sean de todo tipo. Durante un tiempo creí que me leían más las mujeres y ahora sé que mayoritariamente mi publico es masculino. Y joven.

-Cinco novelones en diez años. ¿Cuántos millones de libros y de tonelada de ego?

-Ni un gramo de ego. Son más de cinco millones en una treintena de idiomas. Cifras mareantes que no me han cambiado. El periodismo te permite ver caer a plomo torres muy altas y relativizarlo todo. Si hubiera alcanzado el éxito a los veinte en vez de a los cincuenta, quizá me creería la mamá de Tarzán. Sé que los lectores pueden darme la espalda en cualquier momento.

-Es una factoría. ¿Escribe a cuatro manos?

-No. trabajo duro y tengo suerte. Escribo sola, sin paginar, y me llevo el sorpresón a las mil páginas. Paso el filtro de mi marido (Fermín Bocos), mi lector de confianza, pero no se lo dejo hasta el final. Él me muestra sus cosas antes de acabar.

-Nunca hay escenas tórridas en sus libros. No le va hacer nunca sombra a las sombras de Grey...

-No me salen. Hay historias de amor pero no las llevo al momento álgido. Me quedo siempre a las puertas.

-Con usted el mundo perdió una bailarina y ganó una narradora.

-Estudié hasta los 17. Escribir era mi segunda opción. Las circunstancias me impidieron cumplir aquella vocación y opté por la segunda vía. Soy periodista por descarte y novelista por casualidad.