Un hombre con un pico golpea el suelo de Janer en busca de trozos de cable y de estructuras de hierro que luego pueda revender. :: C. C.
Jane

La chatarra como salida

Carros de supermercados llenos de hierro se han convertido en una de las imágenes habituales tras el derribo de los edificios en el antiguo polígono de tiro

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No es la playa ni el metal que se rebusca por el suelo es el de los duros antiguos. Pero la parcela del antiguo Polígono de Tiro Naval Janer recuerda a esta conocida letra, ya que estaba «igual que una feria». Y es que el derribo de las edificaciones que contenía para la construcción de un futuro complejo comercial e industrial se ha convertido en una ocasión que no se puede dejar pasar para sacarse unos 'eurillos'. Al menos en el caso de los que van en busca de chatarra, una labor que cada vez realizan más personas en la ciudad. La cantidad de escombros que dejan al descubierto el amasijo de hierros y la facilidad de acceso, actualmente se trabaja por mejorar el cercado de limitación de la zona, han convertido el Janer en una especie de mercadillo, al que cada día acuden cientos de isleños en busca de cables de hierro o trozos de metal que luego puedan revender para llevar dinero a sus casas.

Desde carros de la compra a carros de supermercados, desde mazos a picos o martillos. Cualquier herramienta es buena para golpear el suelo y el ingenio se agudiza para cargar y transportar lo conseguido. Durante las últimas semanas han sido decenas las personas que diariamente han acudido al lugar en busca de material que se pueda vender. Han aprovechado que el derribo ha dejado al descubierto diferentes estructuras y cables, para limpiar la zona. Incluso acudían a las palas de la maquinaria para comprobar que no se les escapaba ningún trozo cada vez que se recogían los escombros. Solo, en pareja o en pequeños grupos, pero al terminar, el mismo destino: iniciar la marcha para vender lo recolectado. Algunos a pie con su carro a cuestas, otros con el maletero del coche lleno y los menos con furgonetas cargadas hasta arriba.

Una oportunidad que no podían dejar escapar y eso a pesar de que se encontraban en un recinto privado, donde se estaba realizando un derribo y sin contar con ningún elemento de seguridad, ni casco ni ropa. Pero el que «no se arriesga no gana» y eso piensan las decenas de personas que cada día acuden hasta Janer para rebuscar chatarra. «Sólo queremos ganar unos euros y es una buena forma, ya que en pocos metros puedes encontrar mucho material, sin necesidad de patearte los contenedores de basura y los solares de esquina a esquina de la ciudad».

Durante años la parcela se ha mantenido cerrada por un amplio muro. Aunque tampoco fue impedimento para que se buscara en su interior, de hecho un hombre apareció muerto tras tocar un cable que aún contenía corriente. Pero ahora es más sencillo, pues el muro ha sido tirado y además se les puede ver desde la carretera. Algunos miran con comprensión y otros con alarma, no sólo por la falta de seguridad, sino por los elementos arqueológicos que puede contener Janer. Tanto es así que existe una batería defensiva a la que se le ha tenido que proteger con celo en el proyecto y además en la carta arqueológica de San Fernando se recoge la posibilidad de que haya un enterramiento similar o mayor al encontrado en el campo de hockey. «Es curioso pasear y ver a las personas con los hierros cargando de un lugar a otro y en busca de más», dicen.

Un listado

Para algunos Janer, más que para sacar de allí unos 'eurillos', puede convertirse en la tabla de salvación de varios meses. Así lo entienden los parados de la construcción y casi un centenar acude cada día con un listado cerrado de prioridad para entrar en la futura obra que se debe hacer. Una actuación importante que requerirá mano de obra, o al menos eso entienden.

La tensión es tanta que ya se han producido varios altercados con personas que han intentado entregar el currículum saltándose la lista, tratando de subir puestos o de borrar a otros. Lo único cierto es que a pesar de sus esfuerzos y de acudir prácticamente todos los días al lugar no hay nada seguro, puesto que lo más previsible es que la empresa que consiga el contrato traiga a su propia plantilla y si precisa de más trabajadores subcontrate a otras empresas o acuda directamente a las listas del Servicio Andaluz de Empleo.

Pero para muchos la situación es dramática y se acogen a cualquier rayo de esperanza a la espera de que la suerte les sonría y poder volver a traer un jornal a casa durante un tiempo.