El dispositivo de desalojo de la playa funcionó a la perfección. :: A. VÁZQUEZ
CÁDIZ

Una fiesta en decadencia que el Gobierno local no se plantea prohibir

Aumentan las voces críticas que consideran que la celebración ha perdido su esencia y perjudica más que beneficia a la capital

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Son muchas. Siguen siendo muchas. Más de 33.000 personas juntas, coincidiendo de forma tácita en un mismo lugar, para hacer lo mismo, y portándose medianamente bien, siguen siendo noticia. Pero quizá ya no es la noticia que le gustaría leer a muchos gaditanos. Y es que las barbacoas del Carranza no se parecen en nada a lo que eran en sus inicios. El botellón gigantesco que toma la arena de La Victoria cada mes de agosto está controlado. No se desmadra en números ni incidencias. Pero dista mucho de ser una convivencia tranquila y familiar, como lo fue en su día la noche del Trofeo.

Juan Antonio Romero es un gaditano del barrio de Puntales. Él estuvo este pasado sábado en las barbacoas, «y van diez años seguidos». Y aunque reconoce que le encanta «echar el ratito con sus amigos en la playa, comiendo y bebiendo», asegura que el evento «ya no es lo que era. Su opinión es compartida, en mayor o menor medida, y de manera más pública o privada, por la mayoría del sector turístico gaditano, que considera cómo las barbacoas «ya no generan grandes ingresos extra».

El nivel de gasto por persona, en plena crisis, ha bajado este año de forma alarmante. Las estanterías de supermercados y grandes superficies se han quedado en muchos casos repletas de viandas y provisiones sin vender; eso sí, los mostradores de las barracas estaban el sábado por la tarde abarrotadas de jóvenes que buscaban a última hora productos básicos como bolsas de hielo o vasos de plástico; y poco más. La crisis se nota. Y también se nota que ni el gaditano de Cádiz, ni tampoco el gaditano que venía de El Puerto, Chiclana o San Fernando a disfrutar en familia de una noche mágica, ya lo hace. «Esto ha quedado como un botellón en la playa, y es una pena».

Son palabras de Mireya González, una portuense que trabaja en la capital, y que siempre vio las barbacoas «como una oportunidad de negocio y un atractivo más para el turismo». Las opiniones están enfrentadas. Hay quien piensa que tal y como están ahora mismo, las barbacoas «sobran». Pero también hay quienes las defienden, y prefieren «que estén más controladas que en años anteriores, y sean solo un día más del verano». Lo cierto es que la evolución en los datos de afluencia de público, y por ende, de desechos recogidos e incluso incidencias, han indo menguando de manera importante. Muy lejos quedan ya los 250.000 personas que asistieron al Trofeo de 2005. El año pasado fueron 36.000 personas. Éste pasado sábado, 33.000. Y muchos creen que si no se programan actividades paralelas o se 'venden' de otra forma, las barbacoas terminarán muriendo.

Desde el Ayuntamiento, de momento, no se plantea prohibirlas. Pero nadie habla tampoco de alentarlas. Las barbacoas se han convertido en una patata caliente que obliga a movilizar a cientos de efectivos de cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, sanitarios, limpieza, obras, etcétera. Y suponen un gasto, un desembolso económico para las arcas públicas que, aunque incluido en una gran parte en el pliego de limpieza de la contrata municipal, muchos consideran que ya no resulta rentable.