ESPAÑA

El monje del infierno

La biografía del falso y sanguinario shaolín de Bilbao está llena de sombras, incógnitas y mentiras que tardarán mucho tiempo en esclarecerse

BILBAO. Actualizado: Guardar
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«Un padre siempre tiene un poco más de mimo con su hija porque sabe que va a tener más agresiones en la vida que su hermano». Escuchada a posteriori, esta frase que Juan Carlos Aguilar formuló en 2001 ante Eduard Punset en el programa 'Redes' resulta premonitoria. Doce años después de explicar en la televisión pública que las mujeres necesitan más cuidado y atención que los hombres porque están más expuestas a la violencia, el experto en artes marciales acabó supuestamente secuestrando, torturando y matando con ensañamiento a una chica nigeriana que ejercía la prostitución y a una peluquera colombiana.

El pasado domingo, la que por ahora sería su segunda víctima, la joven africana, trató de resistirse y escapar con vida del gimnasio que Aguilar regentaba en la céntrica calle Máximo Aguirre de Bilbao. Por fortuna, un vecino vio cómo la agarraba de los cabellos y la arrastraba hacia el interior del establecimiento para continuar la mortal paliza. Minutos después, una patrulla de la Ertzaintza echaba abajo la puerta y hallaba moribunda a Ada Otuya.

Desde hace una semana, la vida de cientos de personas -policías, buzos, forenses, funcionarios judiciales, abogados, psicólogos y periodistas de toda España e incluso de Colombia y Nigeria- gira en torno a Juan Carlos Aguilar y su carrera de presunto asesino múltiple. Nacido en Bilbao hace 47 años, la biografía de este experto en artes marciales está llena de sombras, incógnitas y mentiras. Siete días después de ser detenido, Aguilar continúa siendo un perfecto misterio. Se desconoce, por ejemplo, si realmente padece un tumor cerebral, como había confiado a sus novicios, así era como llamaba a sus discípulos, y como dijo en su declaración policial.

Otros recovecos de su personalidad y trayectoria ya se han esclarecido, nunca fue campeón del mundo de Kung Fu, ni siquiera de España. Tampoco se convirtió en el primer europeo en ser investido monje en el templo Shaolín de China, como se autoproclamaba. Durante años hizo proselitismo de esta distinción por los platós de televisión.

El 3 de abril de 2003, Aguilar fundó Shaolín Wu Tang Buddhist Monastery of Huang C. Aguilar Sociedad Limitada, con un capital de 3.010 euros. Contó con la colaboración de dos personas, la madre de sus dos hijos y su mano derecha, un joven que hace aproximadamente un lustro decidió desvincularse de su maestro y que, hoy en día, se confiesa espantado por lo sucedido. Pese a tener dos socios, el ahora detenido se reservó el 96% de las acciones, dejando el 4% restante en manos de su pareja y su acólito.

El rastro del falso shaolín en los organismos oficiales continúa con una ficha policial en la que no hay antecedentes violentos. Algo que llama mucho la atención de los psicólogos expertos en criminología, que advierten de que las personas con comportamientos psicopáticos suelen tener problemas con la ley durante su juventud. Sí figuran a su nombre varias multas de tráfico y una providencia de embargo contra un vehículo por parte del Ayuntamiento de Bilbao en 2008. También el Consistorio riojano de Santo Domingo de la Calzada intentó bloquear bienes a su nombre a consecuencia de un expediente sancionador.

Campeón de nada

Aguilar siempre reconoció que iba por libre, al margen de los organismos oficiales deportivos. La Federación Española de Karate ya apuntó el lunes que nunca fue campeón de nada en la modalidad de Kung Fu. Ni siquiera había estado federado. Lo mismo han dicho esta semana la Europea Profesional Karate Asociación y la Federación Española de Artes Marciales. Su presidente, Raúl Gutiérrez, reconoce que el macabro monje estuvo federado unos años a principios de los noventa. «Pero si compitió, nunca alcanzó el grado de campeón».

Otro de los detalles que se desconocía es que, según afirman sus exalumnos, aceptaba «donativos» de sus novicios y seguidores para sufragar la compra de estatuas y elementos ornamentales para su local. Tampoco había salido a la luz que el falso shaolín «manipulaba» a sus acólitos para que trabajaran gratis para él. A través del foro de su web reclutó a periodistas, publicistas y expertos en informática que, de manera voluntaria, gestionaron sus espacios en Twitter, Facebook o Flickr.