ANDALUCÍA

Un lugar de misterio que se ajardina para sobrevivir

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Como todos los grandes científicos, Miguel Delibes de Castro (Valladolid 1947) habla claro, se esfuerza en explicarse, no rehuye opinar y se interesa por todo, incluso por el trabajo periodístico que vivió de cerca junto a su padre, el gran escritor, que dirigió durante años El Norte de Castilla. Puede usar también como él muy bien la Lengua, y así cuando describe «ese misterio, ese hálito de frontera, de fiebres, de trastornos, de tesoros, espejismos» que fue de antiguo el Parque.

Vino a Doñana muy joven, para realizar su tesis doctoral, y ha asistido en primera fila a la evolución del parque. «Es interesante darse cuenta de que es un lugar que conservó mucha naturaleza en la última etapa de crecimiento y desarrollo porque estaba muy aislado, era pobre, no se podía llegar, había paludismo», recuerda.

«Mediado el siglo XX las sociedades cultas empiezan a darse cuenta de que, ante el destrozo de la naturaleza, quedan tesoros que hay que salvar y uno es Doñana». Describe dos tensiones, dos «horizontes de desarrollo», incompatibles. Uno quería «plantar eucaliptos, desecar la marisma para poner agricultura, urbanizar la playa como si fuera Marbella para vender apartamentos» y otro que defiende «un desarrollo como parque nacional, espacio protegido, al que pueda llegar la gente, sin negarse a que se integre en el desarrollo, solo que por otras vías. Esa lucha pervive hoy y lo hará durante mucho tiempo, pero ha dejado de ser un lugar muy salvaje añorado por algunos, y muy en privado le diré que por mí también».

Al Doñana que llegó el joven Delibes «no había electricidad, ni teléfono, ni carretera. Yo viví aquí muy joven, luego recién casado, y te acuerdas de aquello como un edén. Entonces estaba en grave peligro de muerte. Las tecnologías habían avanzado. Se eliminó el paludismo y se podía vivir allí, los ingenieros podían secar la marisma, podíamos regar en la arena, como se ha hecho con la fresa. Doñana podía haber desaparecido entonces. Se ha hecho más ajardinada, todo está más controlado, se puede ver con por internet incluso el nido del águila imperial al instante, todo eso es menos salvaje, menos atractivo, pero se ha garantizado mucho más la conservación».