'El día después de la violación. Darfur', de Joyce J. Scott. :: FUNDACIÓN CANAL
Sociedad

Vacuna artística contra la lacra del maltrato

Bourgeois, Abramovic, Ono y Hatoum, entre las artistas que denuncian y combaten la denigrante lacra mediante obras que claman contra los abusos 'Contraviolencias' reúne piezas de 28 creadoras concebidas como revulsivo ante la «globalizada» violencia machista

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Para erradicar una enfermedad hay que conocer el agente causante y combatirlo, y crear luego una vacuna que prevenga nuevos ataques. A este principio se atiene la muestra 'Contraviolencias', en la que 28 creadoras de todo el globo ofrecen sus artísticos antídotos contra la «epidemia global» de la violencia contra las mujeres. Artistas muy reconocidas como Louise Bourgeois, Marina Abramovic, Mona Hatoum o Yoko Ono exhiben sus revulsivos contra las vejaciones junto a creadoras africanas, asiáticas o latinoamericanas menos conocidas pero también empeñadas en denunciar y combatir esta denigrante lacra

«Ninguna cultura, sociedad, etnia o estrato social está a salvo de la universal pandemia del maltrato», anticipa la comisaria de la exposición, Randy Rosenberg, que dirige Art Works for Change, plataforma dedicada a difundir el arte que promueve cambios y mejoras sociales. Hace rotar por el mundo esta combativa muestra que recala hasta el 21 de julio en la Fundación Canal de Madrid.

Millones de mujeres en todo el mundo sufren una oprobiosa y sistemática violencia que tiene mil caras, todas tan vergonzantes como dolorosas y absurdas. La exposición «ni recrea ni se recrea en este universal maltrato», según Rosenberg, que destaca cómo su propuesta se sirve «de la capacidad del arte para denunciar y poner remedio a situaciones aberrantes pero enraizadas en lo más hondo de las simas machistas de cada cultura».

Ha reunido 28 miradas que desde los cinco continentes afrontan la denigración y humillación de la mujer, la cosificación de su cuerpo, el dominio y la degradación contra la que parecemos anestesiados. «Queremos abrir un debate sobre un problema que, lejos de ser un fenómeno aislado, es un cáncer global, y lo hacemos con una propuesta que no es un alegato feminista y sí una defensa de derechos humanos básicos», dice Rosenberg.

Los cinco apartados de la muestra tienen que ver con violencia individual, familiar, comunitaria, cultural y política. «Se trata de infundir vida a las historias que se cuentan», dice Rosemberg ante piezas de artistas tan reconocidas como la serbia Marina Abramovic, la fallecida francoamericana Louise Bourgeois, la japonesa Yoko Ono o la palestina Mona Hatoum. Sus trabajos se exhiben junto al de creadoras de menor proyección e idéntica intención y ambición. No hay españolas en una selección que conjuga pinturas, dibujos, fotografías, vídeos e instalaciones.

«Evitamos que la exposición sea un muestrario de la violencia en su más cruda y sangrienta expresión y por eso las obras seleccionadas son muy poéticas», destaca la comisaria. «Queremos huir del sensacionalismo, sí, pero representar la violencia desde sus múltiples interpretaciones», resume.

A pesar del exquisito cuidado para no herir sensibilidades, se avisa de la crudeza de piezas como el vídeo de 'Golpeando la calavera'. Con un cráneo Marina Abranovic machaca su torso desnudo. El pelo oculta el rostro y anula la identidad de la creadora, que denuncia el execrable código de honor que hace de la violación una práctica sistemática en la convulsa historia balcánica. Se exhibe junto a piezas de Gabriella Morawetz y la estadounidense Joyce J. Scott, que escenifica todo el horror del sometimiento y el abuso sexual en una diminuta y delicada escultura hecha con semillas. Es la frágil figura de una mujer desnuda y sangrante, atada de pies y manos titulada 'El día después de la violación'.

En otra espeluznante instalación fotográfica, la norteamericana Patricia Evans reconstruye la violación y la brutal paliza de la que fue víctima mientras corría por un parque de Chicago. La paquistaní Maimuna Feroze-Nana opta por la delicadeza para denunciar la funesta y salvaje costumbre de quemar vivas a las novias que no se someten a las exigencias de sus novios. Expone un vaporoso traje nupcial salpicado de rojo bautizado como 'No' que recuerda la brutal práctica. La coreana Jung Jung Yeob denuncia la invisiblidad de la mujer y su trabajo con grandes aguadas de tinta sobre bandas de seda que recrean, desdibujándolas, ocupaciones cotidianas de millones de mujeres: cargar bolsas, cocinar, asear la casa o cuidar de los niños.