Sociedad

El lío de los orígenes

La aparición de trazas equinas en productos con carne vacuna puso en duda los controles de seguridad alimentaria Los consumidores piden más claridad sobre la procedencia de los productos

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Los ciudadanos europeos descubrieron hace unos meses palabras que, hasta el momento, muchos de ellos desconocían, como trazabilidad. Todo surgió con el hallazgo de partículas de ADN equino en carne que no tenían nada que ver con el caballo; o de bacterias, llamadas fecales (para el susto de más de uno), en las tartas de algunas comidas hospitalarias navarras o en las tartas de un gigante sueco de artículos del hogar.

Pero si algo también llamó la atención es el origen de esa carne de vacuna con los micro restos de caballo. Mucha parte de esa producción surgió de un matadero rumano, pero apareció en varios productos (lasañas sobre todo) congelados de diferentes países y marcas. «Es lo más habitual. La carne es de un lado, la pasta de otro, los condimentos de un tercero y se mezcla en un cuarto», señalan desde una de las patronales de la alimentación española que no se ha visto afectada por esta crisis. Sin embargo, en las cajas de estos productos no se especifica de dónde es cada producto.

Y esa es una de las principales quejas de las organizaciones de consumidores y usuarios europeas, que han pedido en numerosas ocasiones a la Unión Europea que regule, amplíe y haga más legible el etiquetado de todos los productos que se comercializan en los Veintisiete. Estas organizaciones, agrupadas en la BEUC, aseguran que conocer la procedencia exacta de todos los alimentos por varias razones, además de la trazabilidad, como el apoyo a los productos más cercanos a un sector que está sufriendo las consecuencias de la crisis como es el primario. Además, la Organización de Consumidores (OCU) asevera en un estudio que la población estaría dispuesta a pagar un poco más (un 5%) por conocer esa información de los productos elaborados. Porque el usuario no tiene dudas sobre la procedencia de la comida fresca, pero tiene la creencia de que todo lo envasado procede de la marca que lo firma.

Garbanzos mexicanos

La insistencia de las organizaciones que defienden los intereses de los consumidores se han topado en numerosas ocasiones con las reticencias de la Unión Europea y de las «presiones», según estas organizaciones, de la industria alimentaria. Para los consumidores la ley actual es muy corta en sus obligaciones. Alimentos como la carne de vacuno, el pescado, el marisco, el vino, la fruta, la verdura fresca o el aceite deben tener reflejados su lugar de origen. Las latas de espárragos, por ejemplo, sí indican de dónde proviene esta planta. Sin embargo, los productos procesados con carnes como el cerdo o el cordero no señalan de dónde son.

Más complicado pasa con los animales vivos, que son comprados en un primer país, criados en un segundo e ingeridos en un tercero. Tampoco está claro el origen de las legumbres que consumen los españoles. Por ejemplo, España importa unas 40.000 toneladas de México, Estados Unidos, Canadá, Turquía o la India; unas 60.000 toneladas de alubias se las reparten entre Argentina y Estados Unidos mientras que Brasil es el principal suministrador de pollo para la industria alimentaria española -30.732 toneladas-. Ante este desconocimiento o falta de datos aclaratorios en los productos, la OCU reclama que la información sobre el origen «sea obligatoria en todas las carnes frescas, productos no procesados, como frutas y verduras precortadas o cuarta gama». Insiste en que se utilice el país de origen y se excluya la frase de dentro o fuera de la UE.

Repercusiones escasas

Mientras continúan las investigaciones sobre la contaminación alimenticia -que en ningún modo era perjudicial a la salud- y los diferentes agentes de la cadena -ganaderos, mataderos, distribuidores, empresas- se echan los trastos a la cabeza, los españoles han modificado de forma leve su cesta de la compra. La consultora Kantar Worldpanel ha comparado el consumo de estas semanas con las del año pasado.

En los productos más polémicos, hamburguesas y lasañas congeladas, el consumo solo ha caído un 6% con respecto al año anterior. Por el contrario, en otros países afectados como Reino Unido las ventas se han desplomado hasta en un 40%.