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«En Bangui cunde el pánico»

Henar Temiño, una cooperante vallisoletana, asiste al ataque rebelde sobre la capital centroafricana

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Henar Temiño recorrió ayer por la tarde el centro de Bangui, la capital centroafricana. «Hasta ahora no había problemas y, de repente, te encuentras con el pánico de la gente, que cierra las tiendas y se esconde, y vehículos militares con muchos soldados nativos y franceses, muy bien armados, que se dirigen hacia el Palacio Presidencial», explica. Esta vallisoletana domiciliada en Bilbao es uno de los escasos españoles, posiblemente menos de una docena, que asisten a la ofensiva de los rebeldes de la alianza Séléka contra el último reducto gubernamental.

Tras ocupar varias ciudades en los últimos días, los milicianos han atravesado la línea roja de Damara, un frente situado a unos sesenta kilómetros de la capital y defendido por una fuerza multinacional que, al parecer, no ha hecho frente a la ofensiva.

Las últimas noticias indican que las fuerzas armadas nativas, con apoyo aéreo extranjero, han conseguido repeler el ataque, aunque existe confusión sobre el escenario bélico y la posición de los milicianos.

A la sombra de Malí

Diplomada en Empresariales, la cooperante solicitó una excedencia en su empresa para trabajar como profesora de español y contable en un colegio del Obispado de Bangassou. No cabía pensar que su estancia en una pequeña población situada en el este del país iba a ser tan agitada, pero, a finales del pasado año, cuatro grupos contrarios al régimen radicados en el norte se aliaron para desalojar del poder al presidente Bozizé y todo cambió.

La convulsa historia de este estado, uno de los más pobres del mundo, asistía a un nuevo periodo de inestabilidad que se reveló de grandes magnitudes. Séléká aprovechó la extrema fragilidad del Ejército regular para llevar a cabo una fulgurante ofensiva que pronto alcanzó las inmediaciones del río Ubangui, frontera natural con Congo. «En diciembre la gente huyó a la selva y no volvimos a recuperar la totalidad de los alumnos», recuerda Henar Temiño.

La presión de Francia, la antigua metrópoli y poder de facto, y la Unión Africana posibilitaron el diálogo y la firma de un acuerdo el 11 de enero que sancionaba un Gobierno de coalición y una hipotética paz. El mundo volvió sus ojos a Malí, mientras la situación de Centroáfrica seguía degradándose ajena al interés de los medios. Los rebeldes exigieron compensaciones económicas y la liberación de los presos políticos, mientras aseguraban que los pactos estaban rotos por el presidente y la formación de un gabinete en la sombra. Los insurrectos seguían su ofensiva militar interior, respondida por la represión de su comunidad tribal en Bangui.

Henar Temiño permanece alojada en la misión de la orden comboniana y Jaime Moreno, sacerdote madrileño, espera el desenlace en el centro jesuita, situado junto a la sede de la Asamblea Nacional. «Un lugar vacío, en todos los sentidos», señala, y advierte de que si los alzados entran en la ciudad habrá violencia, saqueos y represalias por los desaparecidos, principalmente dirigidas contra los gbaya, la tribu del dirigente y su clan.

A la espera

La Embajada gala ha pedido que todos los expatriados, incluidos 3.000 de su propia nacionalidad, permanezcan en sus casas a la espera de una hipotética evacuación. «Puede ser difícil porque los jóvenes partidarios de Bozizé están dispuestos a atacar e impedir que la gente llegue al aeropuerto, como si su mensaje fuera que, a la hora de morir, todos debemos compartir el mismo destino», dice la cooperante vallisoletana.