Apuntes

El peligro de acostumbrarse

La provincia de Cádiz se instala en una cifra de parados, registrados, superior a las 200.000 personas y sin visos de un descenso en los próximos meses

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Sucede con todas las informaciones. Incluso con las más trágicas, las que hablan de vidas perdidas por violencia o desastre natural. Si se repiten, una y otra vez con el legítimo afán periodístico de mantenerlas en primera página, de darles la jerarquía que merecen, resultan repetitivas, anestesian y, a menudo, provocan el efecto contrario al que buscan los medios de comunicación. Algo así empieza a suceder con el desempleo en la provincia de Cádiz. Siempre, incluso en los años de bonanza económica a lomos de la construcción y los servicios, los índices de paro en la provincia más meridional de la Península Ibérica fueron escandalosos, intolerables para cualquier economía del Norte de España, en cualquier lugar de Europa, serían motivo de crisis política permanente. Ahora, cuando la economía española paga todavía el derrumbe de 2008, esas cifras resultan ya asombrosas. Al 40% de parados que arroja la Encuesta de Población Activa hay que añadir el recuento de ayer, el de los que están inscritos en las oficinas de empleo. Son más de 200.000, casi 210.000 y no existe la menor esperanza de que esa cifra descienda de forma considerable, al menos, hasta verano. Resulta difícil mostrar estupor. Se ha mostrado ya demasiadas veces y el ser humano difícilmente puede mantener una misma actitud de forma permanente.

Se acaban los adjetivos y los topicazos sobre luces de alarma, líneas rojas y situaciones de emergencia. Mientras se agotan, cada vez más familias se ven al borde de las necesidades básicas sin cubrir y, sobre todo, no aparecen las ideas. Al menos, los resultados prácticos de las que ya se han puesto en marcha en forma de reformas necesarias.