Economia

LO QUE FALTÓ EN EL DEBATE

Todo lo anunciado va en la dirección correcta, pero el Gobierno aún tiene que despejar muchas incógnitas antes de pedirnos optimismo

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La mayor parte de la opinión publicada y casi todas las encuestas realizadas han dado a Rajoy el triunfo en el debate sobre el 'desastre' de la Nación. Pienso que esta percepción se debe, en gran parte, a que es difícil que Rubalcaba se encuentre de nuevo con un rival tan debilitado por sus problemas internos y, en otra mayor parte, a que eran muy numerosos los que esperaba una catástrofe del Gobierno que, al final, no tuvo lugar.

Rajoy supo aprovechar muy bien los datos favorables que han empezado a asomar en el horizonte de la economía española, que nos han permitido desocupar la antesala del rescate y acomodarnos con holgura en la sala de las dificultades habituales de una situación de crisis. Consiguió hablar más de competitividad y sector exterior que de Bárcenas y 'Gürtel'; hizo comparaciones ventajosas con el pasado reciente y complacientes con el futuro próximo; consiguió que se apreciaran los logros de sus políticas de austeridad e, incluso, se atrevió a vanagloriarse de su reforma laboral, cuando las estadísticas están a punto de aplastarle. Salvo en los ambientes sindicales y en los partidos oportunistas, casi todo el mundo en la calle acepta que, con ella, los males evitados serán superiores a los males incurridos al ponerla en marcha.

Tuvo hasta la suerte de contar con dos acontecimientos exteriores favorables. La UE esperó hasta el viernes para comunicar su deprimente visión sobre la economía española y Pere Navarro, el líder del PSC, le regaló el puñetazo dado a su compañero y jefe, Rubalcaba, con su petición de abdicación del Rey. ¿Qué podría decir el secretario general del PSOE que tuviera semejante impacto?

Y luego desglosó una batería de medidas de estímulo de la actividad, aunque su principal virtud sea su mera presencia más que su inexistente originalidad o su imaginaria audacia. El país necesita más reformas que las aprobadas y más ayudas que las concedidas. Eso me resulta evidente. Pero también es cierto que todo lo expuesto y todo lo programado camina en la dirección correcta. Es buena la inyección de dinero para financiar a la actividad empresarial; es correcto el tratamiento a los nuevos emprendedores y las ventajas concedidas en las cotizaciones; es oportuna la insistencia en la reducción de los plazos de cobro y es justa la demora en los ingresos del IVA hasta que se produzca el cobro de las facturas.

Pero faltan cosas y algunas muy importantes. ¿Qué? Pues si nuestros problemas son la falta de empleo, la ausencia de inversión y la debilidad del consumo es evidente que, para solucionar lo primero, falta un tratamiento mejor de las contrataciones y un apoyo más decidido a los emprendedores. Para paliar lo segundo hay que liberar trabas administrativas, despejar incógnitas graves en sectores claves en la inversión como la energía y establecer figuras fiscales que bonifiquen las inversiones productivas generadoras de empleo. Para ello habrá que aumentar el gasto y reducir los ingresos del presente, pero constituye nuestra mejor, y podríamos decir que casi la única, garantía de futuro. Y, cerrando el círculo, para robustecer al consumo hay que crear empleo, dejar más dinero en el bolsillo de los ciudadanos y elevar su moral. Porque si durante varios años el 'efecto riqueza' impulsó al país en una marcha alocada, el 'efecto pobreza' que causan el paro y la pérdida de valor de los activos inmobiliarios y mobiliarios acogota al consumo.

De esto habló muy poco Rajoy a lo largo del debate y la duda que me asalta es si tiene la intención de hacerlo y, si la tiene, si acumula el coraje necesario para proponerlo y, si lo tiene, si dispone de la capacidad y la fuerza imprescindible para imponerlo en un país desanimado y desorientado, deprimido y harto.