Ratzinger vivirá en un pequeño monasterio dentro del Vaticano, ahora en obras, donde se trasladará con sus gatos, su piano y sus libros. :: EFE
Sociedad

La incómoda figura del Papa emérito

La nueva vida de Ratzinger, dentro del Vaticano y en convivencia con su sucesor, abre muchas preguntas sobre una situación insólita

ROMA. Actualizado: Guardar
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La Iglesia católica empieza a hacerse a la idea de que va a vivir una situación extraordinaria: tener dos papas vivos a la vez. Benedicto XVI, naturalmente, no lo será desde el próximo día 28, pero que conviva con su sucesor plantea numerosos interrogantes a los que poco a poco se irá dando respuesta. Para empezar, ayer se lo preguntaron al portavoz vaticano, Federico Lombardi: ¿cómo se llamará Ratzinger y cuál será su cargo? Parece que conservará su nombre de pontífice, pues sería absurdo regresar al anterior, pero no está claro si se puede hablar de un 'Papa emérito', expresión que ya circula. Sí de 'obispo emérito de Roma'. Pero tampoco es cardenal.

Pero esto son minucias comparado con los problemas prácticos, o al menos situaciones inéditas, que se imaginan. Ratzinger vivirá en un convento de clausura en los jardines vaticanos, y por mucho aislamiento que tenga se puede encontrar con su sucesor dando un paseo por las mañanas. O él se sienta obligado a hacerle visitas. Desde luego al principio el nuevo Papa no tendrá la legendaria sensación de soledad del cargo, porque puede preguntarle a su predecesor, un raro privilegio. El mismo que tendrá Benedicto XVI de satisfacer la curiosidad de conocer a su sucesor.

El nuevo Papa podría sufrir la influencia de Ratzinger, y será crucial en ello la relación que hayan tenido hasta ahora. Si son amigos es inevitable que se vean. Peor será si no se llevan bien. También se piensa que Benedicto XVI puede actuar de algún modo en el inminente cónclave, pues queda un mes para que empiece y encontrará todavía muchos cardenales. Por otro lado, que el anterior pontífice siga vivo puede dificultar algo esencial en la vida de la Iglesia: cerrar una etapa, hacer balance y crítica constructiva de la fase anterior. Puede imponerse una reserva en las opiniones por respeto hacia Benedicto XVI, que en vida nadie critica, pero que luego oirá, verá y podría aún, si no hablar, sí publicar textos, pues se dedicará a estudiar y escribir. Por ejemplo, ayer surgió una cuestión espinosa. ¿Qué pasa con la encíclica que tiene a medias sobre la fe? Lombardi descartó que se publique antes del 28 de febrero, pero no cerró la posibilidad a que salga a la luz «de otro modo». Si lo hace como libro podría interpretarse como una invasión de autoridad del nuevo pontífice, o quizá aparezca como obra póstuma. La encíclica inacabada es, por otra parte, un aspecto que vuelve a plantear si el Papa ha acelerado su renuncia por algún motivo, pues podía haber esperado a terminarla.

Cabe recordar que cuando Juan Pablo II se planteó la posibilidad de dimitir llegó a la conclusión en 2000 de que «en la Iglesia no hay sitio para dos papas». Dos años antes había encargado a una comisión secreta que estudiara la cuestión, y su dictamen fue que los creyentes no estaban «preparados» para esa situación. Ahora que ya está hecho, tal vez las tribulaciones no tengan fundamento, pues es muy probable que el carácter discreto de Ratzinger le empuje a una vida de total retiro y evite cualquier estridencia. En principio se alojará en Castel Gandolfo, la residencia papal de verano en las colinas cercanas a Roma, pero luego se trasladará con sus gatos, su piano y sus libros al pequeño monasterio ubicado en los jardines vaticanos, pegado a la muralla.

Es un edificio que ha tenido varios usos. Fue casa del cardenal Roberto Tucci, organizador de los viajes de Juan Pablo II y director de Radio Vaticana, luego sede de oficinas administrativas de la emisora y en 1994, por deseo de Wojtyla, convento de clausura, donde se han sucedido hasta hoy cuatro órdenes de monjas. Además de dedicarse a la oración, cultivaban un magnífico huerto del que salían calabacines, tomates, pimientos y coles para la mesa del Papa. También las naranjas para su mermelada del desayuno. Tiene cuatro pisos, una capilla, una biblioteca y una nueva ala de 450 metros cuadrados. Ahora está en obras para adaptarlo al nuevo inquilino. Un vecino muy especial para el futuro Papa.