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Adam Lanza y su madre practicaban tiro juntos

Aumenta la presión política y popular para que Obama impulse en el Congreso cambios normativos que den como resultado un mayor control en la venta de armas

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Una mujer amante de las armas a la que le gustaba presumir de su colección en el bar del pueblo. Nancy Lanza, la madre del autor de la matanza de Connecticut, era una aplicada maestra de niñitos como Charlotte Bacon o Daniel Barden, pero una de sus aficiones favoritas los fines de semana era acudir a un campo de tiro cercano con el último modelo de rifle automático, muchas veces acompañada de su hijo menor. Esa pasión explicaría la procedencia del potente arsenal hallado en la escuela donde se desencadenó el drama -dos pistolas y un fusil de asalto- y en la vivienda que ambos compartían en Newtown, en la que la Policía aún encontró cuatro armas más. ¿Compró la mujer alguna de ellas para satisfacer las demandas de Adam Lanza? Ésta y otras piezas claves del rompecabezas no se conocerán hasta que concluya una investigación que se anuncia complicada, sobre todo a la hora de explicar qué pudo desencadenar tanta ira.

El celo de las autoridades en el manejo de datos ante la opinión pública sigue propiciando importantes dosis de confusión. Eso explicaría el baile de cifras en torno al número y tipo de armas que pudo haber manejado el agresor o las dudas sobre si sufría algún tipo de desorden del comportamiento.

El gobernador de Connecticut, Dannel Malloy, trató de aportar un poco de luz a las muchas interrogantes. «Lo que se sabe es que entró disparando. Nadie le dejó acceder a la escuela. Primero disparó para crearse una entrada. Un fusil de asalto es tan potente que te permite hacer eso», aseguró Malloy a la CNN. En virtud de una medida adoptada al calor de otros asesinatos múltiples cometidos este año, la dirección del centro había puesto en práctica un sistema de seguridad.

Sobre los fatídicos minutos en los que Lanza confrontó a sus víctimas, el diario 'Hartford Courant' relata que las primeras en caer fueron la directora, Dawn Hochsprung, y la psicóloga, Mary Sherlach, que corrieron al vestíbulo alertadas por los primeros tiros y el ruido de cristales rotos. Tras intentar abrirse paso en una primera clase -la profesora había escondido a los estudiantes en un baño y cerrado la puerta del aula-, el agresor entró en otra donde asesinó a la maestra Lauren Rousseau y a los 13 pequeños que estaban con ella. «Había 14 abrigos colgados allí y 14 cuerpos. Los mató a todos», aseguró uno de los investigadores. Solo una persona herida, la subdirectora, ha sobrevivido la matanza. Cada uno de los fallecidos recibió entre 3 y 11 impactos de bala. Adam Lanza disparó cientos de ellas.

Las leyes de control de armas en este pequeño Estado de Nueva Inglaterra figuran entre las más estrictas del país. Pero no hay manera de impedir que un ciudadano compre poco a poco hasta hacerse con un arsenal y todas las cajas de munición que desee. «Esta señora no adquirió un rifle de combate para matar ciervos», dijo el gobernador. Malloy cree que hay importantes vacíos legales que solo el Gobierno federal puede llenar. Por ejemplo, promulgando cambios normativos que saquen de la circulación ese armamento sofisticado diseñado para los ejércitos que los grandes fabricantes, a través de sus poderosos grupos de presión, han logrado introducir en el comercio civil.

Los nombres de las 28 víctimas de la tragedia, con esos 20 niños de seis y siete años, componen una losa demasiado pesada para leerlos de un tirón. Las pérdidas son más irreparables, si cabe, porque Newtown es una comunidad pequeña donde todos se conocían. La actividad de los niños en la escuela había unido a numerosas familias en un suburbio típico de EE UU donde la vida social está restringida a unos pocos espacios públicos.

Las carreteras que conducían a esta localidad a una hora escasa de Manhattan iban ayer repletas de gente que quería estar allí para expresar su solidaridad con las víctimas. Ese peregrinar se tradujo en decenas de vigilias en iglesias o espacios públicos de Newtown. Un gran acto de homenaje, con la presencia de Barack Obama, se celebró a última hora de la tarde (ya madrugada de hoy en España).

Del presidente se espera consuelo, pero también un claro llamamiento al Congreso para introducir cambios en la legislación de control de armas. Una congresista republicana admitió ayer que la matanza de Newtown ha marcado un antes y un después en el ánimo de los estadounidenses sobre este asunto y abogó por redoblar los esfuerzos para prevenir el acceso del público a un armamento cada vez más letal.