Alam Lanza, de 20 años, autor del tiroteo de Newton. :: R. C.
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El atormentado hombre invisible

Los excompañeros de clase de Adam Lanza le recuerdan como un chico extremadamente tímido e inteligente

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Sus antiguos compañeros de clase apenas le recordaban. Hasta ayer. Un joven extremadamente tímido que casi susurraba al hablar como si su mayor deseo fuera pasar inadvertido. A Adam Lanza, de 20 años, le gustaba encerrarse en sus propios pensamientos y huía de convertirse en el centro de atención. Ni siquiera quiso fotografiarse para el álbum anual de su secundaria en Newtown. «Le asustan las cámaras», reza en la entrada donde figura su nombre. La fobia que sentía al interactuar con su entorno y esa sensación de invisibilidad que desprendía, contrastaba con su brillante expediente académico. Varios recortes de prensa locales de los últimos años lo sitúan en el cuadro de honor de la Newtown High School. Pero nada hasta ahora permite explicar el horror que desencadenó al segar la vida de 20 niños en su antiguo colegio de primaria.

Escasos detalles se conocen de la vida que llevaba y a qué se dedicaba hasta protagonizar uno de los capítulos más negros en la historia de Estados Unidos. Según varios vecinos, vivía en la casa de su madre, profesora sustituta del colegio Sandy Hook y a quien mató minutos antes de dirigirse a ese centro para llevar a cabo su matanza. Sí reconocen, tanto familiares como algunos allegados, el trauma que supuso para él y para su hermano Ryan, de 24 años, el divorcio de sus padres en 2008. «Los chicos estaban realmente deprimidos», reconoció Ryan Kraft, quien hace algún tiempo vivió en el próspero barrio de Connecticut donde residía la familia.

Tras la traumática separación, el padre de Adam se mudó a Stamford, donde trabaja como director de impuestos para General Electric. Su hermano Ryan tampoco permaneció mucho tiempo más en el domicilio familiar. Al culminar sus estudios en la Universidad de Quinnipiac, se trasladó a Hoboken y desde 2010 reconoce que no había tenido contacto con su hermano. Su madre, Nancy, asumió así las riendas del hogar y sacó adelante a su hijo. «Ella era una persona muy agradable. Normal y muy trabajadora», afirma Rhonda Cullens, una vecina que recuerda a Nancy como una mujer amante de la jardinería y que siempre mantenía adornada su casa por Navidad.

Pasión por los videojuegos

Adam tenía la apariencia de un chico tranquilo, carecía de antecedentes penales y destacaba por su gran inteligencia y su dedicación por los estudios. Cualidades que le permitieron acabar antes de tiempo la secundaria. En aquella etapa era miembro del club de tecnología y algunas veces se le veía conversar a solas con unos pocos amigos en la esquina de la escuela. Llamaba la atención su particular elegancia al vestir. Era común que llevara pantalones caqui, camisa de botones y un protector de bolsillo. Un estilo poco habitual para los jóvenes de su edad y que le llevó a ganarse el mote de «raro».

El ingreso de Adam a la tropa local de Boy Scout en ese periodo permitió a Tim Arnone conocerle. Ambos compartieron su pasión por los videojuegos y, según recuerda Arnone, su amigo era un incondicional del juego de combate 'Dynasty Warriors', además de sentir debilidad por la cultura japonesa. Hasta el punto de que llegó a coleccionar tarjetas de Pokemon. «Era un chico muy correcto y muy amable», sostiene.