Apuntes

'Gaditzales'

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Cádiz es conocida por todos como la ciudad no más antigua, sino más pequeña de Occidente. Cádiz empieza en La Caleta (señora y dadora de vida) y se extiende hasta la plaza de San Juan de Dios (donde todo fue hecho). Tiene una importante pedanía periférica llamada Santa María, muy querida por los auténticos gaditanos porque allí se encuentran el Nazareno (el único Dios, con el Medinaceli como profeta) y la Virgen del Rosario (la más guapa, ay, junto con la Virgen de la Palma, y no como esas nuevas que vienen de la lejana tierra de San Severiano, con sus peligrosas costumbres).

La ciudad, otrora cerrada, se ha ganado fama de cosmopolita por la afición de sus egregios ciudadanos a lass excursiones dos veces al mes hasta el Estadio Carranza (situado en la región de La Laguna) y, una vez al año, a la Victoria para asistir al ancestral acto de las barbacoas. Algunos incluso, mirados con sospecha por sus más castizos congéneres, acuden a un supermercado de gran tamaño situado en tierras ignotas, de donde vienen con productos sin papel de estraza y extrañas historias.

El gaditano, auténtico gaditano, está orgulloso de su cultura. Tanto, que no consentirá que le digan que un verso de Machado compite con las composiciones de sus cantantes más rumbosos, que una canción de Serrat osa igualar al pasodoble de la comparsa que se quedó en cuartos por la mafia del Concurso o que un 'allegro' de Mozart podría alcanzar el nivel de la marcha de su Virgen que, como un mantra perfecto, escucha una y otra vez en el CD de su coche.

El gaditano, auténtico gaditano, no se deja embaucar por modas y costumbres venidas de fuera, tan contaminantes como las hordas de extraños que llegan a Cádiz por febrero. Él tiene además poder para discriminar quién es de Cádiz (los míos) y quién no (el resto del mundo, pobrecito). La triada capitolina y capitalina de Carnaval, Semana Santa y Cádiz CF son sus pilares y, ante la conversación de algún extraño, se ve obligado a responder defendiendo (incluso con una afectación que no emplea en su día a día) su lengua autóctona con expresiones como «Aro, de Cai pisha, ole, ole, tu sabeh, oh, lo mejón». Y quien no cumpla todo esto, nos dicen los 'gaditzales', ni es de Cádiz ni tiene derecho a hablar de él. Ya venga de Tolosa Latour, de Socuéllamos o Montevideo.