Milicianos del Ejército Libre Sirio se ocultan en una casa de Alepo. :: GORAN TOMASEVIC/ REUTERS
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Vuelta a empezar para los rebeldes sirios

La superioridad de las tropas del régimen en munición o combustible traduce en la práctica el apoyo diplomático de Irán y Rusia Derrotados en Alepo, los milicianos apuestan por la lucha de guerrillas contra El-Asad

BEIRUT. Actualizado: Guardar
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La historia se repite. En menos de un mes, el Ejército Libre Sirio (ELS) ha pasado de controlar barrios enteros en Damasco y Alepo a tener que llevar a cabo operaciones de «repliegue táctico», según sus mandos, por el empuje de las fuerzas de Bashar el-Asad. Los rebeldes aguantaron las embestidas del Ejército durante doce días en Alepo, el doble que en la capital, pero tuvieron que retroceder y abandonar posiciones tan valiosas como la del barrio de Saladino, auténtico punto clave para la llegada de suministros desde el sur.

Esta pérdida ha reabierto las puertas de la segunda ciudad del país a las fuerzas regulares, que se han desplegado por todos los barrios y podrían seguir avanzando hacia el norte para «limpiar de terroristas», como los medios oficiales denominan a los miembros del ELS, las poblaciones que rodean la que hasta ahora era la capital económica siria. El apoyo aéreo y el uso de tanques y artillería pesada han podido con unos opositores sin armamento adecuado ni munición suficiente, que ahora «se preparan para un contraataque», señalan los portavoces del ELS, para quienes «es momento de reagruparse y hacer nuevos planes».

«Hablamos siempre en abstracto del apoyo diplomático de Irán y Rusia a El-Asad, pero en estos doce días es cuando se ha comprobado que ese apoyo es práctico. Toda la munición y el combustible que le permite mover a sus tropas llega directamente de sus socios», explica Riad Kahwaji, responsable en Beirut del centro estratégico de estudios militares Inegma. La estampida rebelde ha dejado a los civiles de Alepo de nuevo bajo el control del Ejército. La destrucción, la falta de servicios y el miedo a nuevos choques han empujado a miles de personas a cruzar la frontera y buscar refugio en Turquía.

La «retirada (de los rebeldes) no significa su desaparición, solo que salen de los centros urbanos para evitar que sigan siendo objeto de los bombardeos indiscriminados», señala una activista consultada por teléfono en Duma, población próxima a la capital con fuerte presencia opositora y que en enero fue el epicentro del primer levantamiento armado contra el régimen en la zona rural que rodea a Damasco.

La salida de los hombres armados devuelve el control al Ejército y los paramilitares de El-Asad, y esta activista avisa a los civiles de Alepo de las nuevas condiciones de vida que les esperan, con «puestos de control en cada acceso y purgas en los bloques de viviendas uno a uno buscando a opositores. Ya nadie se podrá mover de casa sin la tarjeta de identidad». La misma situación que se vive en el extrarradio de Damasco y en barrios cercanos al centro urbano que se sublevaron tras el atentado del 18 de julio que acabó de un golpe con la cúpula de seguridad del régimen y dio alas durante unos días al ELS.

Algunos mandos rebeldes ven la botella medio llena y destacan la importancia de lanzar este tipo de ofensivas urbanas en las grandes ciudades para seguir desgastando a un Ejército que lleva 17 meses en estado de alerta y cuyas deserciones diarias engrosan las filas del ELS. Cuando Damasco y Alepo han rugido, el resto del país ha pasado a un segundo plano, pero los milicianos han ido afianzando su presencia en las ciudades medias, zonas rurales y algunos puestos fronterizos en el norte.

La falta de medios, efectivos y de un mando uniforme les impide consolidar sus ofensivas. «Si las milicias siguen siendo doblegadas de esta forma brutal irá aumentando su radicalización. No tienen capacidad de dar una respuesta proporcional a los ataques que reciben y eso les puede hacer girar hacia Al-Qaida en busca de tácticas espectaculares como ocurrió en Irak en 2005 y 2006», recoge Joseph Holliday en el informe 'Oposición armada siria' publicado por el Instituto para el Estudio de la Guerra.

Fidelidad a Damasco

Este aumento del radicalismo es una de las preocupaciones de potencias como Reino Unido, que destina una nueva partida de 6 millones de euros para «ayuda no letal» a los opositores. «Contribuirá a proteger de la peor violencia a los grupos de la oposición desarmados, a los defensores de los derechos humanos y a los civiles», adelantó William Hague, titular de la diplomacia británica, cuya preocupación es que «el desorden y el vacío político sean explotados por la red terrorista». Pese al llamamiento abierto y casi desesperado del ESL pidiendo armamento, Hillary Clinton siguió el ejemplo británico y durante su visita a Turquía anunció «ayuda humanitaria».

Huidas sonadas como la del general Manaf Tlas, amigo del presidente y uno de los señalados para guiar el proceso de transición, son una excepción en unas fuerzas armadas que «como la clase política, siguen fieles a un régimen que ha demostrado estar bien diseñado, registra pocas deserciones en puestos clave y sigue teniendo la capacidad de castigar a quienes le dan la espalda», afirma Paul Salem, responsable del centro de estudios estratégicos Carnegie Endowment for International Peace, para quien «Siria es el conflicto más importante desde el final de la Guerra Fría».

Salem critica la falta de compromiso real de ambas partes con el diálogo y por eso cree que «ahora parece no haber espacio para una salida diplomática. Ambos bandos, con sus respectivos padrinos internacionales, parecen más interesados en demostrarse el uno al otro de lo que son capaces con un arma en la mano que de sentarse en una mesa». Negras perspectivas para Lajdar Brahimi, el diplomático argelino propuesto por la ONU para suceder a Kofi Annan.