El equipo de seguridad trata de abrir paso a Mitt Romney después de su visita al Muro de las Lamentaciones. :: M. KHANA / AFP
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Romney se viste de halcón

Respalda un ataque de Netanyahu a Irán para desacreditar la apuesta diplomática de Obama y dice que Jerusalén es la «capital de Israel»

JERUSALÉN. Actualizado: Guardar
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La Administración Obama intentaba estirar ayer el eco de las críticas que acompañaron a Mitt Romney a su paso por Londres. «Estoy contento de que (el primer ministro británico) David Cameron tuviera la última palabra, porque pensé que era un bochorno para nuestro país», dijo el consejero presidencial Robert Gibbs en referencia a la metedura de pata de Mitt Romney cuando dudó de la preparación de la capital de Reino Unido para organizar los Juegos Olímpicos.

En Londres, el episodio tardará en olvidarse, pero la Casa Blanca ya afronta otro escenario en el que le resultará más difícil moverse. La segunda escala de la gira internacional de Romney lo llevó ayer a Israel, una visita que el presidente de EE UU y sus colaboradores han tratado de minimizar con gestos hacia el Gobierno de Benjamín Netanyahu: el viaje de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hace unos días; la próxima llegada del titular de Defensa, Leon Panetta; y la concesión de 57 millones de euros adicionales para el sistema de misiles israelí 'Cúpula de hierro'.

El candidato republicano a la presidencia de EE UU busca en Israel apoyos entre el electorado judío norteamericano, numéricamente pequeño pero muy influyente, tradicionalmente fiel a los demócratas y que puede resultar decisivo en Estados como Florida el 6 de noviembre. Romney se reunió en Jerusalén con el presidente del país, Simon Peres, y con el líder del principal partido de la oposición, Kadima, Shaul Mofaz. Aunque lo tenía previsto, decidió no encontrarse con la dirigente del Partido Laborista, Shelly Yajimovich, para acudir, tocado con el gorro negro judío y rodeado de un verdadero batallón de seguridad, al Muro de las Lamentaciones.

«Distanciamiento»

Romney sí vio, en dos ocasiones, al primer ministro hebreo. Ambos estudiaron juntos en el Instituto Tecnológico de Massahusetts (MIT) de Boston y mantienen amistad desde hace tres décadas. Mantuvieron por la mañana un encuentro protocolario y compartieron anoche una cena privada en la residencia de Netanyahu. Como ya había adelantado su asesor de seguridad, Dan Senor, el aspirante conservador a la Casa Blanca se pronunció sobre el programa nuclear de Irán y a propósito de los temores que despierta en los dirigentes israelíes.

Y lo hizo para respaldar a Israel si este país se decidiera a lanzar un ataque preventivo contra Teherán por sospechar que el programa de enriquecimiento de uranio puede servir para desarrollar armas nucleares. «Nosotros no miraremos para otro lado ni nuestro país dará la espalda a nuestra pasión y compromiso con Israel», resumió Romney, en una explícita alusión a la distancia diplomática que muestra un Obama empeñado en agotar la vía de las sanciones a Irán. «El distanciamiento, que es público, envalentona a los enemigos de Israel», abundó el político conservador.

Hasta tal punto se empeñó en alabar Romney a sus anfitriones que consideró «una experiencia emocionante» estar en Jerusalén, que calificó de «capital de Israel». El estatus de la ciudad es uno de los asuntos más espinosos del conflicto israelo-palestino, así que, a partir de hoy, nadie se acordará ya de Londres.