Artículos

¿Massachussets o Las Vegas?

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Laura Freixas se formulaba esta pasada semana la pregunta que da título a estas líneas en un artículo relacionado con un reciente viaje del presidente catalán, Artur Mas, a Massachusetts, donde se ocupó de relacionar la excelencia catalana con la del opulento y culto estado norteamericano, con la universidad de Harvard y el MIT a la cabeza de conocimiento en el mundo y en cuya capital, Boston, «un hombre no vale por lo que tiene sino por lo que sabe», según Mark Twain. Y la pregunta es pertinente: porque se entiende mal que la afición por el modelo bostoniano de desarrollo se quiera hacer compatible con el logro de Eurovegas para Cataluña, como pretende también quien dirige la Generalitat.

España tiene ahora que poner las bases para generar actividad económica en cuantía suficiente para reemplazar gran parte del desaparecido sector de la construcción, que solo renacerá con una dimensión mucho menor en el futuro. Y puede hacerlo optando por actividades de relevante valor añadido que precisen de altas tecnologías, o bien procurando otras menos exigentes. En el primer caso, el camino es arduo puesto que requerirá la aplicación de ingentes cantidades de recursos en educación y muchísimo más gasto en I+D+i, inversiones éstas poco vistosas para los políticos porque solo dan frutos a largo plazo. En el segundo, hay muchas vías abiertas, y una de ellas es evidentemente permitir la colonización de nuestro territorio por empresarios que quieran construir aquí centros de diversión del estilo de las Vegas.

Produce sonrojo asistir al espectáculo: mientras se producen recortes presupuestarios y podas institucionales sin el menor criterio, sin distinguir lo fundamental de lo accesorio, lo prescindible de lo esencial, una parte relevante de la clase política se ocupa en perseguir a los mafiosos norteamericanos que buscan contrapartidas para instalar en España su ciudad del juego, que inevitablemente atraerá negocios de drogas y prostitución. Y esta protesta no es fruto del puritanismo: simplemente, uno quisiera ver a la superestructura política, a las supuestas elites que rigen nuestros destinos, capaces de discernir entre Boston y Las Vegas, entre un burdel y una escuela, entre un país en marcha y una nación en decadencia.