Editorial

Bajas pulsaciones en el PSOE

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En el 2000, la vieja guardia socialista estaba fuertemente dividida después de una derrota electoral sin paliativos, también por mayoría absoluta, y el partido se rehízo gracias a un congreso que impulsó una profunda renovación generacional. Ahora, tras la derrota aún más rotunda del 20-N, se ha impuesto el continuismo frente a la renovación, y ello, junto a otros errores estratégicos, está dificultado a la principal fuerza de oposición la recuperación del pulso. Por un lado, sigue la desunión interna, como ha podido verse en el Congreso andaluz, en el que Griñán ha sufrido un rechazo inusual. Y por otro lado, diversos sondeos de intención de voto dan fe de que si el PP sufre el desgaste que produce gobernar en tiempos de crisis, el PSOE no solo no recoge a los descontentos sino que continúa perdiendo apoyos. Si es difícil empuñar el timón del Estado en estos momentos de adversidad, tampoco es fácil realizar una buena oposición, que debe conjugar las obligatorias tareas de contradicción y control con el apoyo al Gobierno en las grandes cuestiones de Estado. Y el PSOE actual, que sortea con torpeza esta dificultad, tiene además que luchar con la incredulidad que generan sus propuestas, cargadas con los lastres casi intactos de la legislatura anterior.