Sociedad

ORGULLO JEREZANO

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El sentimiento patrio vuelve a estar de moda estos días. En cualquier sociedad, el ser humano necesita sentirse identificado, formar parte de un colectivo, de un grupo, sentirse protegido bajo un paraguas y disponer de una bandera (en el sentido más amplio de la palabra) que poder ondear con orgullo en determinados momentos. Nos hace sentir bien, nos identifica y nos reafirma frente a 'otros'. Y el fútbol ha sabido siempre jugar muy bien ese papel de remover ese sentimiento que en realidad tienen un punto de irracionalidad. No en vano, nace de las entrañas, y, claro, eso siempre es garantía de visceralidad, con todo lo que ello comporta, lo bueno y lo malo.

España, un país marcado, como muchos otros, por la crisis económica e inmerso en un preocupante proceso de rescate financiero, tiene ahora, sin embargo, un gran anestésico social en la Eurocopa de fútbol. Los males lo serán un poco menos estos días, pese al empate de la Roja ante Italia el pasado domingo. O, mejor, dicho, no los tendremos tan presentes. Ahora no solo hablaremos de recortes y del miedo que tenemos; también lo haremos sobre la decisión de Del Bosque de jugar sin delantero centro o de si es mejor poner a uno o a dos mediocentros defensivos, lease Xabi Alonso y Busquets, o solo a uno de ellos. Y tendremos una ilusión, que España gane otra gran competición de selecciones de fútbol. Así podremos reafirmar nuestro orgullo y decir de nuevo que somos los mejores, porque, aunque no saltemos al terreno de juego ni rematemos ningún centro de cabeza, sentimos esos triunfos como nuestros.

Existe también un sentimiento de identidad con nuestra población. Jerez ha sido un exponente máximo de ello durante muchos años. Los jerezanos se sentían orgullosos de serlo y presumían de ciudad. Sacaban pecho ante quien fuese y donde fuese, en Cádiz, en Sevilla, en Madrid o en Nueva York. Pero ya no tanto. Ese orgullo va a menos. Se nota. Se trata de una ciudad triste, pesimista, resignada. Ni siquiera el fútbol sirve de válvula de escape, al menos a nivel local, porque más que un club lo que tiene es un circo. Y uno de los síntomas más preocupantes de una sociedad enferma es precisamente ése, carecer de un sentimiento de orgullo de ciudad. La siguiente fase suele ser la ausencia de identidad, con todo lo que ello conlleva.

Por cierto, de identidad parecen andar faltos también últimamente en el PSOE provincial. O al menos no se lo ponen fácil a sus militantes a la hora de tener que identificarse. Porque uno ya no sabe quiénes son los renovadores y quiénes los oficialistas. Parece que la cuestión ahora es vender eso, renovación, aunque se trate en realidad más bien de una operación de maquillaje que no una operación Valkiria. Y de las chapuceras, por cierto. ¿Aprenderán algún día? A estas alturas de la 'película', uno empieza a estar convencido de que no. Lo peor de todo es lo que queda hasta el próximo 14 de julio.