Editorial

Rajoy da una explicación

El presidente no debe vender la concesión de la línea de crédito como un triunfo

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Tras perder Mariano Rajoy la oportunidad el día anterior de afianzar su liderazgo con el anuncio del rescate en condiciones favorables que el Gobierno ha arrancado de Europa, el presidente del Gobierno no tuvo más remedio ayer que salir a la luz pública a ofrecer su versión sobre la ayuda, poco antes de realizar el proyectado y polémico viaje a Polonia para asistir al primer partido de la selección en la Eurocopa. La comparecencia quedó forzada y sus palabras resultaron poco iluminadoras, quizá por extemporáneas y porque no pasaron de describir los rasgos más superficiales de la trascendental operación, que salva de momento a España y a Europa de una crisis sin precedentes, pero que está llena todavía de incógnitas. Tuvo razón Rajoy al esgrimir la tesis de que si España no hubiera hecho los deberes, no hubiese trabajado seriamente por ganarse la credibilidad, la imagen y la reputación, habría sido objeto de una intervención en toda regla en lugar de recibir una potente línea de crédito para reestructurar y recapitalizar el sistema financiero. Pero de ahí a considerar un triunfo este traspié hay un trecho, ya que, de un lado, España se había negado sistemáticamente a recibir cualquier ayuda y, de otro lado, es incierto que la condicionalidad afecte solo a los bancos: el comunicado del Eurogrupo dice textualmente que éste «confía en que España cumplirá con sus compromisos dentro del procedimiento de déficit excesivo y con respecto a las reformas estructurales [.]; el progreso en estas áreas será estudiado con regularidad y frecuencia». Es decir, estaremos bajo el escrutinio del Eurogrupo. Tampoco es real que el préstamo no afecte al déficit: los intereses de la deuda son consignados lógicamente en los presupuestos del Estado. Tampoco sería atinado confiar en que el rescate blando resolverá por ensalmo la crisis: la recapitalización es condición necesaria pero no suficiente para que fluya el crédito y, en todo caso, urge ahora un complejo saneamiento que el renovado Banco de España tendrá que acometer con decisión. De cualquier modo, la confianza de los mercados no retornará por sí sola y, desde hoy, tendremos que seguir sometiéndonos a su valoración implacable, que difícilmente mejorará si antes no hemos dado suficientes pruebas de hallarnos en el buen camino.