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Naturalidad

La política en España ha perdido acidez y bronca. Ha ganado en mesura y elegancia. Y en aburrimiento

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El periodista Manuel Campo Vidal cuenta en su último libro, '¿Por qué los profesionales no comunicamos mejor?' (RBA) que le preguntaron a Leonardo di Caprio qué le diría a un niño que quisiera ser actor. El protagonista de la película 'J. Edgar' respondió así: «Hay que trabajar sin descanso para poder decir algo que suene natural». Recordaba esto cuando ayer veía al líder del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba asegurar que la reforma laboral solo traerá despidos baratos, fáciles e injustos. Está por ver que sea así. Lo que está visto es lo que ha pasado. Y ahí Rubalcaba, un líder cada vez más conveniente para el PSOE y para España, es extremadamente débil. Digámoslo: no es creíble. Rubalcaba es político educado, sabe guardar las formas y está dando muestra de una templanza impropia en su antecesor, pero no es natural. En realidad no puede serlo quien ha sido número dos de un Gobierno que ensayó leyes y reformas laborales sin ningún éxito. Con esos antecedentes el secretario general de los socialistas tiene una faena complicada.

Pero si APR debe hacer caso a Di Caprio, Rajoy, también. Al presidente del Gobierno se le están acabando las balas en la recámara. Es verdad que lleva dos meses en la Moncloa, pero también que en política 60 días -tan duros como los vividos y los que restan por vivir-, empiezan a ser percibidos como medio año. Por eso, y aunque diga que está cogiendo el toro por los cuernos, su discurso corre el riesgo de que empiece a sonar poco natural. Puede ser verdad, y de hecho muchos pensamos que es así, pero ese argumento -el del toro y el de los cuernos- tiene fecha de caducidad. Cuántas veces más Rajoy apelará la herencia recibida. Cuántas al desastre socialista en materia de empleo/desempleo. Cuántas veces el presidente tapará la boca de Rubalcaba recordando lo que el mismo Rubalcaba no quiere ni puede olvidar: los últimos cuatros años. Por recordar, la propia vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha tirado de la indolencia de Felipe González cuando tenía que hacer los Presupuestos Generales del Estado. Eso no es hacer política, eso es escribir la historia desde la carrera de San Jerónimo. A Rubalcaba, atado de manos y con una facundia por debajo de su excelente nivel, se le nota que ha recibido el mensaje de los que no le han votado y un día lo hicieron, por eso muestra su parte más seria y rigurosa, desenvuelta y educada. Sabedor de que los votos se fueron por la ausencia de esas virtudes, ha terminado aprendiendo la lección con un poco de retardo: hacer exactamente lo contrario que haría Zapatero en estos momentos.

Los cara a cara de los líderes políticos ya no son lo que eran. Los tan esperados cruces dialécticos entre las dos Sorayas, tampoco. La política en España ha perdido acidez y bronca. Ha ganado en mesura y elegancia. Y en aburrimiento. Pero de eso no nos vamos a quejar.