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Avanzar hacia el pasado

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Encaramos 2012 (quinto año de crisis) obstinados en salir a flote con las mismas recetas que nos llevaron a la situación en la que hoy nos encontramos. Bajo un aparente cambio de dirección escenificado mediante recortes y austeridad, laten los viejos conceptos patógenos de siempre: competitividad, crecimiento, especulación.Y no sólo son las recetas las que se quieren repetir, sino que incluso muchos de los personajes que desde el poder financiero incubaron la crisis, están siendo entronizados hasta el punto de encargarles sacarnos del pantano que esos mismos personajes contribuyeron a crear. No deja de ser preocupante, pero también sintomático y aleccionador, que el capitalismo se muestre en estos días como lo que es: un sistema irracional, ciego y sordo ante posibles nuevas alternativas que signifiquen erosionar los intereses de unas elites que se oponen a un mundo más justo, menos polarizado.

Por todas partes hacia donde miremos encontramos signos de regresión al pasado: agravamiento de la brecha social, impunidad de los más poderosos, relaciones laborales siglo XIX, inseguridad social y existencial de más gente cada vez, irrelevancia de las instituciones democráticas, deterioro de la cohesión social. Paralelamente, la manipulación y el miedo nos abocan a las grandes renuncias propias de los tiempos oscuros: renuncia a las utopías basadas en la igualdad, abandono del pensamiento crítico, desistimiento del compromiso social, indiferencia ante las injusticias, conformismo existencial. A una deseable ciudadanía consciente, reivindicativa, inconformista, se quiere contraponer la sumisión generalizada y la sórdida lucha por la mera supervivencia, individualista y embrutecedora.

La consigna es avanzar hacia el pasado. A los ojos de los dueños de una economía convertida en poder tiránico y absoluto, las conquistas sociales, el Estado de bienestar, los derechos civiles avanzados, la profundización democrática y «todo eso», constituyen desviaciones del dogma capitalista-liberal que nunca debieron producirse. Por ello, hay que restablecer los niveles de injusticia de otros tiempos. Es necesario incidir en las desigualdades. Se trata de reservar los derechos y la libertad para las minorías rectoras. Puede que así se consiga recuperar un mundo a gusto de unos pocos, de una elite de indeseables. Obviamente es un mundo indigno de ser vivido por gente de bien.