ESPAÑA

Sus señorías, entre sonrisas y recortes

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Jorge Moragas le tiraba de la coleta a Alicia Sánchez Camacho, Soraya reía algún chascarrillo con Alfonso Alonso y en los escaños se ululaba, se aplaudía... Sus señorías lo pasaban pipa, como un niño con legislatura nueva. Los que llegaban estrenaban Gobierno y responsabilidades; los que se iban inauguraban la tranquilidad de no llevar un país sobre los hombros, con lo que pesaba ese país ayer. «Tienes buena cara», le dijeron al ministro de la Presidencia saliente a la entrada de palacio. «Es que ahora a mí me toca descansar», bromeó Ramón Jáuregui.

En rigor político, la primera jornada del debate de investidura de Mariano Rajoy no estaba para bromas. Abría la sesión el juramento con cara larga del diputado de Amaiur por Navarra. Madrid despertaba helado y el país esperaba verle las cuchillas a la podadora presupuestaria del nuevo Gobierno. Se sabía que el recorte del déficit costaría unos 16.500 millones, pero escucharlo en directo de la boca del presidente electo partió el aire como un escalofrío. Se recuperaron pronto. Cuando Rajoy anunció que se revisarían las pensiones, hubo aplausos y 'bienes' que cortó el gallego de cuajo: sería el único compromiso de gasto que anunciara ayer, dijo. Se oyeron 'uyuyuyes' y risas veladas, como si el recorte al que se enfrenta España fuera cosa de un remate fallado a gol a dos palmos de la escuadra en un partido amistoso y no en la eliminatoria de la crisis de la deuda. Era el único compromiso de gasto «al alza».

No hubo lágrimas al estilo de aquella emocionada ministra italiana que se quebró al presentar los recortes del gobierno de Monti. El presidente electo ni presentaba la factura de sus medidas ni se andaba con jolgorios. En su esforzado transitar por el paso las Termópilas de los micrófonos que son los pasillos del Congreso de los Diputados, no esbozó ni una mueca de sonrisa. Paso decidido. ¿Declaraciones? «No, muchas gracias». Fue más que rotundo. Momentos después, confirmaría que en materia de presupuestos tocarían todo menos las pensiones. En las bancadas sonaron aplausos y murmullos, se habló por el móvil, se saludó a este o aquel, se tomaron notas... Pero nadie lloró.

El almuerzo del que será hoy el sexto presidente de la Democracia tampoco fue digno de celebración. Rajoy se encerraba en el despacho del recién estrenado portavoz del grupo, Alfonso Alonso, junto a Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, además de otros miembros del equipo económico. Sirvieron un plato de pasta. Era un menú de deportista para un hombre frugal que por la mañana había rodado en su bicicleta estática una hora. Necesitaba concentración e hidratos de carbono para las réplicas vestidas de diplomacia que mantuvo con Alfredo Pérez Rubalcaba, el baile palaciego con Durán i Lleida y el 'David y Goliat' contra Cayo Lara y compañía.

Ancho océano

Fuera, algunos se apostaban frente a los leones del Congreso para conseguir una imagen. Entre los ciudadanos y el hemiciclo, 60 pasos pueden ser un ancho océano. En la otra orilla paseaba María, de 72 años, jubilada «con trescientos y pico euros al mes», que se alegraba de la revisión de las pensiones, a su manera. «Oye, majo, pero ¿este va a dar trabajo a la gente?». Entre curiosos y postales robadas con el móvil se congelaba Spencer, 34 años, secretario judicial y turista de Ámsterdam de vacaciones en Madrid, y hacía su personal radiografía del país: «Tengo entendido que el anterior Gobierno dejó a este país en una crisis muy profunda, con un paro muy grande y un problema de deuda como Portugal o Irlanda, pero no sé si el presidente que entra es el socialista y el anterior el conservador... ¿Es al revés?».

El baile de máscaras estaba en los pasillos. Cientos de ojos, de libretas y de cámaras escaneaban cada movimiento de Mariano Rajoy. Una confidencia, una sonrisa, una palmada en el hombro o un guiño encendían la gasolina de los rumores sobre los próximos puestos del Gobierno. A Soraya Sáenz de Santamaría -sonriente, como siempre- no le quitaban ojo.

A nadie se le escaparon la cercanía y el buen humor de Alberto Ruiz Gallardón y Esteban González Pons ni el desayuno en la tercera planta de un café bebido que podría decir algo más sobre los nombres que se grabarán en las carteras: a un lado, Rodríguez Zapatero (ayer más que pálido), Blanco y Chaves; al otro, Jesús Posada, Alfonso Alonso, Soraya y Fátima Báñez. La solución, mañana. Y el jueves, con la Lotería de Navidad, habrá cambio de despachos miniseriales.

Rajoy podrá entrar en La Moncloa y le dejará a Pérez Rubalcaba el despacho de la oposición. Esta noche ya le llamarán presidente.