Editorial

Huelga blanda en Iberia

La convocatoria tiene justificaciones poco sólidas y muy dudosa oportunidad

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El sindicato de pilotos de Iberia confirmó ayer la amenaza de huelga con la convocatoria de dos jornadas de paro estas Navidades, el domingo 18 y el jueves 29, que en la práctica apenas tendrán repercusión ya que previsiblemente los servicios mínimos serán muy elevados. Las posiciones de pilotos y empresa estaban muy enconadas, primero por la no renovación del convenio colectivo -ni siquiera hay acuerdo sobre una posible mediación- y, segundo, por la decisión de Iberia de crear una compañía de bajo coste sin negociar con sus empleados, como es preceptivo según los acuerdos internos. Para desautorizar esta decisión empresarial, que tiene cierta lógica -Iberia gana dinero en larga distancia pero pierde en vuelos de radio corto y medio-, los pilotos esgrimen la tesis, gravísima, de que la dirección de Iberia estaría auspiciando el empequeñecimiento gradual de la compañía en beneficio de su socio en IAG, British Arways, que terminaría engullendo a la española y adueñándose de su gran infraestructura aeroportuaria, la T4, que hemos pagado entre todos. Tampoco creen los sindicalistas que no peligren sus propios puestos de trabajo ya que la creación de Iberia Express -la 'low cost' en cuestión- se simultanearía con una importante reducción de aviones de la compañía. Iberia fue totalmente privatizada, por lo que sus socios estables -Caja Madrid, El Corte Inglés y varias cajas-, que apoyaron la fusión con British, son los responsables de su evolución actual. Son los accionistas, en definitiva, quienes deberán responder de la estrategia empresarial de una compañía que, como es lógico, busca incrementar su valor y su rentabilidad. No es verosímil que, estando en tales manos, Iberia vaya a ser entregada graciosamente a sus socios británicos, por lo que la huelga, que es realmente blanda y que quizá se justifique por razones laborales, pierde uno de sus principales asideros ante la opinión pública. En estos tiempos de crisis y restricciones, no parece acertado que los problemas de la primera empresa aérea española deriven en esta conflictividad, que perjudica a la ya mermada y vacilante economía española.