Las puertas del antiguo colegio de Valcárcel se abrieron a mediados del pasado mes de junio después de una década desde su cierre. :: ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

La 'okupación' se extiende por Cádiz

El movimiento 'okupa' cuenta con al menos dos fincas más en la capital, aunque ninguna con la actividad del antiguo colegio. Valcárcel cumple cinco meses 'recuperado', pero no es el único edificio rescatado del abandono

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Caía la tarde sobre la Caleta, cuando una gran pancarta se alzó sobre el viejo edificio de Valcárcel el pasado 18 de junio: «Valcárcel Recuperado para el Pueblo». Unos quince jóvenes habían entrado en el histórico hospicio con el propósito de insuflarle vida, ante la indolencia y el abandono al que durante años había sido sometido por parte de sus propietarios. El movimiento 15M (con el que estaban vinculados los 'recuperadores') había comenzado a decaer por aquellas fechas, y las acampadas abandonaban las plazas. Aquella aparente ocupación -«recuperación», insistían ellos en matizar-, se convertía en una nueva inspiración, que reforzaba el ánimo de los 'indignados' gaditanos.

Ayer, la 'Casa del Pueblo', como han rebautizado el viejo edificio, ha cumplido cinco meses desde aquella tarde de junio. Durante este tiempo, la ocupación de edificios se ha convertido en una de las banderas defendidas por el movimiento 15M, sobre todo en el último mes, en el que edificios que como el viejo hospicio han sido recuperados por simpatizantes de la 'Spanish Revolution' para convertirlos en «centros sociales autogestionados» en los que acoger talleres, cursos, bibliotecas, etcétera.

En Cádiz capital Varcárcel se ha convertido, sin duda, en un símbolo, el caso más conocido y valorado, gracias en gran medida al respaldo del Movimiento 15M y a una gestión bien organizada. Pero no es el único edificio ocupado de la capital en el que se aboga por recuperarlo para el pueblo.

Al menos otros tres inmuebles de la capital han sido reutilizados por simpatizantes del 'movimiento okupa', que con mayor o menor éxito, han tratado de dar nuevos usos a las fincas en las que han entrado de manera ilegal. Bloques de pisos con ventanas y puertas tapiadas, que en ocasiones son propiedad de inmobiliarias que planeaban erigir en sus solares nuevas promociones, pero que se vieron paralizadas por la crisis. En algunos casos, estos edificios se han abierto al vecindario con propuestas culturales y sociales. En otros, se han convertido en residencias improvisadas y gratuitas, aunque sus habitantes aboguen por el espíritu y los principios 'okupas'.

La 'Casa del Yoga'

El edificio que ocupa el número 8 de la calle San Salvador, muy cerca de la plaza del Árbol, es sin duda la finca 'okupada' más veterana de la capital. La 'Casa del Yoga', como es conocida, fue rehabilitada hace unos dos años, a lo largo de los cuales han pasado por ella distintos grupos de jóvenes que han hecho de ella distintos usos. En sus muros, un grafiti explicita su filiación: «Okupa y resiste», y sobre la azotea las siglas CSO rebautizan el antiguo centro donde se practicaba yoga como Centro Social Okupado. Hasta hace pocas semanas, una pizarra en la entrada anunciaba cursos y servicios de peluquería, y según los vecinos, sus puertas han permanecido abiertas durante meses con visitas, proyecciones y cursos de distintos tipos, que los inquilinos ofrecían gratuitamente. De unos meses para acá, en cambio, la casa está ocupada por una pareja, y las actividades sociales han decaído.

Desalojo voluntario

En el último año, dos edificios más han sido ocupados. El pasado mes de febrero, la Policía denunciaba ante el juzgado número 3 de Instrucción de Cádiz el allanamiento en la calle San Nicolás, números 7 y 9, en el centro histórico de la ciudad, una finca que se encontraba semiderruida, propiedad de una constructora. La denuncia, sin embargo, había nacido en el vecindario, que se había quejado, o más bien había advertido del riesgo que suponía que aquellos jóvenes que la habían ocupado -unas nueve personas- estuvieran en una finca en tan deplorable estado. «No fue un desalojo forzado -explican en el juzgado- se les informo de que la casa estaba en ruina y se marcharon». El procedimiento judicial contra los ocupantes, sin embargo, sigue abierto.

Un piso en la Avenida

Hace apenas dos meses, otro grupo de jóvenes ocupaba una finca a unos doscientos metros de allí: en el número 2 de la calle Antonio Accame, un edificio que hace esquina con la Avenida Ana de Viya en una zona privilegiada. Sobre su fachada, una pancarta anuncia en rojo la venta de nuevas viviendas y locales, pero hace tiempo que se descolgó. También este edificio fue adquirido por una constructora -las plantas superiores y el local inferior, donde antes había un bar-, sin embargo, el proyecto inmobiliario que se planeó parece totalmente paralizado. «Hay unos siete jóvenes dentro, con varios perros; se ganan la vida tocando la guitarra por la zona», explican los vecinos del bloque de enfrente, que ven cómo la casa se llena de actividad los viernes con la llegada de otros jóvenes. «No son indigentes, sacan la basura todos los días, son muy educados y apenas hacen ruido», aclaran las mismas personas. Este periódico trató de ponerse en contacto con los ocupantes de la finca, pero no ha obtenido respuesta.

Aunque coinciden en ciertos principios -como el rescate de espacios abandonados para usos sociales-, el movimiento Varcárcel Recuperado quiso marcar diferencias desde un primer momento con este tipo de casos.

Aquí no se duerme

«Esto no es una ocupación, porque no vivimos dentro», insistían, sin que el mensaje fuera contradictorio con la colaboración abierta con otros Centros Sociales Okupados (CSO) de otras provincias, como Sevilla. A pesar de todo, la fina línea entre 'ocupación' y 'recuperación' llegó a difuminarse entre los muros del colegio, hasta el punto de que el debate se planteó en las asambleas en las que se decide su futuro. A finales del verano, el sector que abogaba por convertir el edificio solo en un centro cultural, venció el debate, y se suprimieron los turnos de noche que hasta entonces se habían mantenido para evitar una posible desocupación inesperada. Ahora un cartel en la entrada de Valcárcel lanza un aviso a los nuevos visitantes: No se acepta la violencia, no se pueden introducir drogas y «Aquí no se puede pernoctar».